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El cura sacudía la cabeza con aire satisfecho, tomaba rapé con entusiasmo y repetía en todos los tonos: ¡Bien, muy bien! Durante todo este tiempo entreteníame yo en contar las manchas de su sotana y en imaginarme lo que parecería con peluca negra, calzón corto y casaca de terciopelo rojo, como la que mi tío abuelo ostentaba en su retrato.

Unos llevaban pantalón blanco de dril, con casaquín de lana perla, cruzado el pecho de anchas correas blancas, con asta plateada. Otros iban de blanco y rojo, blanco el pantalón, la casaca roja.

No es cosa fácil respondió Meñique, pero trataré de regalarle el gigante, para que le sirva de criado, con su alabarda de quince pies, y su sombrero de tres picos, y su casaca galoneada, con charreteras de oro.

Aquellas dos grandes figuras de aristócratas renegados como él, le sedujeron por completo; mas el peluquín del uno y la casaca del otro le venían grandes, y al querer amalgamar en mismo aquellas dos personalidades, rompiendo los lazos morales como el primero, y seduciendo a las multitudes como el segundo, resultó tan sólo un bribón infatuado.

En este bosque hay un gigante de veinte pies de alto, que se almuerza un buey entero, y cuando tiene sed al mediodía se bebe un melonar. Figúrate qué hermoso criado no hará ese gigante con un sombrero de tres picos, una casaca galoneada, con charreteras de oro, y una alabarda de quince pies. Ese es el regalo que te pide mi hija antes de decidirse a casarse contigo.

Daba mucha importancia a la consecuencia en los actos humanos, y tenía por deshonra el soltar de improviso la casaca e insignias de perdulario. ¿Qué diría la gente, qué los amigos, qué los mocosos, más jóvenes que él, que le tomaban por modelo?

El señor subprefecto, embriagado de aromas, ebrio de música, pretende inútilmente resistir el nuevo encanto que le invade. Colócase de codos sobre la hierba, se desabrocha la hermosa casaca, y farfulla otras dos o tres veces: Señores y queridos administrados. Señores y queridos adminis... Señores y queridos...

Muchas palabras de comedimiento y muchos ofrecimientos pasaron entre don Quijote y don Fernando; pero a todo puso silencio un pasajero que en aquella sazón entró en la venta, el cual en su traje mostraba ser cristiano recién venido de tierra de moros, porque venía vestido con una casaca de paño azul, corta de faldas, con medias mangas y sin cuello; los calzones eran asimismo de lienzo azul, con bonete de la misma color; traía unos borceguíes datilados y un alfanje morisco, puesto en un tahelí que le atravesaba el pecho.

Cierra la noche, y si no hay luna el Prado queda enteramente desierto; las mariposas vuelan hácia sus nidos, y las hormigas de casaca negra emprenden su viaje en busca de labores nocturnas. Entónces les llega su turno al teatro, el casino y el café, escenarios democráticos donde la sociedad española se exhibe admirablemente. El teatro es mucho mas querido en España de lo que se piensa.

Al avanzar su cabeza vió un libro caído, que tenía el lomo en alto, ostentando en su tapa de colores un hombre con casaca á la antigua, las piernas en forma de compás, y pasando entre ellas un ejército de pigmeos. La vista de este dibujo le ayudó á despertar completamente, reanudando el funcionamiento de su memoria.