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El marinero se metió sin detenerse en medio de las ruinas, arrostrando la muerte por buscar dinero, con el que encontró se fué á emborrachar; y después de haber dormido la borrachera, compró los favores de la ramera que topó primero, y que se dió á él entre las ruinas de los desplomados edificios, y en mitad de los moribundos y los cadáveres, puesto que Panglós le tiraba de la casaca, diciéndole: Amigo, eso no es bien hecho, que es pecar contra la razon universal, porque ahora no es ocasion de holgarse.

Las salmodias de los capuchinos comenzaron con un nuevo vigor, y el hombre de la casaca roja continuó la obra de su purificación, mientras que el gitano caía de nuevo en sus meditaciones, porque la joven que le llamara la atención había desaparecido.

Es un hombre pequeño y gordinflón, metido en estrecha casaca, cubierta la cabeza con sombrero de anchas alas y con guantes negros. Su vestir, mitad ceremonioso y mitad descuidado, afirma todavía su aspecto provincial. Baja Delaberge del vagón y los dos antiguos camaradas se estrechan la mano.

Gastaban casaca de paño azul, chupa amarilla, calzones de buché, ó bombachos, con zapatos grandes, y un sombrero chico de tres picos. Eran blancos y rubios, con ojos azules y barba cerrada. Hablaban, un idioma ininteligible á los españoles y á los indios; pero las marcas de que se servian para herrar su ganado eran como las de España, y sus rodeos considerables.

Mira una boda; con qué buena fe se prometen los novios eterna constancia y fidelidad. ¿Quién es aquél? Un militar; observa cómo se paga de aquel oro que adorna su casaca. ¡Qué de trapitos de colores se cuelga en los ojales! ¡Qué vano se presenta! Yo ganar batallas, parece que va diciendo. ¿Y no es cierto? Ha ganado la de *. ¡Insensato! Esa no la ganó él, sino que la perdió el enemigo. Pero...

Algunos alcaldes de pueblo, con casaca y sombrero de picos, se dirigieron a la fábrica de aserrar llamando a sus concejos respectivos para deliberar. Pero, afortunadamente, el carro de Catalina Lefèvre apareció, por fin, en el camino y mil gritos de entusiasmo se elevaron en seguida por todas partes. ¡Aquí están! ¡Aquí están! ¡Han llegado!

La acción de embriagarse la denominaba de mil maneras distintas, y entre éstas la más común era ponerse la casaca, idiotismo cuyo sentido no hallarán mis lectores, si no les explico que, habiéndole merecido los marinos ingleses el dictado de casacones, sin duda a causa de su uniforme, al decir ponerse la casaca por emborracharse, quería significar Marcial una acción común y corriente entre sus enemigos.