Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 11 de junio de 2025
¡Ahí vienen, vienen todos!... ¡Me buscan, me buscan!... ¡Han lanzado contra mí un millón de víboras! ¡Todos las ponen en el suelo! ¡Y yo no tengo más cartuchos!... ¡Me han visto!... Uno me apunta... El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento, vió una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.
El fuego de la infantería comenzó tan pronto esta fuerza hubo coronado una loma, en cuya parte superior había una pequeña casa de guano, en la que se encontraban refugiados cuatro rebeldes, que al verse sorprendidos por la tropa, corrieron con tanta velocidad, que llegaron con la rapidez vertiginosa de un rayo á la orilla de la manigua, donde desaparecieron, no sin antes dejar uno de ellos varios cartuchos y un estandarte del "Partido Independiente de Color", barrio de Casisey Arriba.
Acababa de apostar con Frígilis que él hacía tantas docenas de cartuchos en una hora, y venía dispuesto a intentar la prueba. No pensaba en otra cosa. Llegó la luz. Quintanar miró con ojos penetrantes de puro distraídos a Petra. La doncella se turbó. Oye. ¿Señor?... Nada.... Oye... ¿Señor?... ¿Anda ese reloj? Sí, señor, le ha dado usted cuerda ayer.... ¿De modo que son las ocho menos diez?
Hasta la luz del sol parecía lúgubre bajando al fondo de este barranco tamizada por una áspera vegetación y reflejándose pálidamente en las aguas muertas. Batiste pasó la tarde tirando. En su faja quedaban ya pocos cartuchos, y á sus pies, como montón de plumas ensangrentadas, tenía hasta dos docenas de pájaros. ¡La gran cena!... ¡Cómo se alegraría su familia!
Simoun contaba que había sido atajado por una banda de tulisanes quienes, despues de agasajarle por un día le dejaron seguir el viaje sin exigirle más rescate que sus dos magníficos revólvers Smith y las dos cajas de cartuchos que consigo llevaba. Añadía que los tulisanes le habían encargado muchas memorias para su Excelencia, el Capitan General.
Este viaje puso en contacto á don Marcelo con el extraordinario movimiento que la guerra había desarrollado en las vías férreas. Su tren tardó catorce horas en salvar una distancia corrida en dos normalmente. Se componía de vagones de carga llenos de víveres y cartuchos, con las puertas cerradas y selladas.
En pocos momentos, todo el mundo se puso de pie. Los jefes de los destacamentos reunían a sus soldados; unos se dirigían al cobertizo, donde se distribuían los cartuchos; otros llenaban las calabazas de aguardiente en el barril; todo se hacía con orden, con el jefe al frente; luego cada pelotón se alejaba, a la débil claridad del amanecer, hacia los parapetos, por ambos lados de la ladera.
Ya que era preciso este abandono, no debía alejarse la retaguardia dejando á sus espaldas un servio con vida. ¿No hubiera suplicado el capitán lo mismo al verse en idéntica situación?... La retirada, con sus dificultades de aprovisionamiento, hacía escasear las municiones. Los combatientes guardaban avaramente sus cartuchos. El capitán desenvainó el sable.
Le había oído arrastrarse del mismo modo un cuarto de hora antes, cuando intentaba sin duda matarle por la espalda, y al verse descubierto huyó á gatas del camino para apostarse más allá, en el frondoso cañar, y acecharlo sin riesgo. Batiste sintió miedo de pronto. Estaba solo, en medio de la vega, completamente desarmado; su escopeta, falta de cartuchos, no era ya mas que una débil maza.
Cerca de las cinco de la mañana, Kasper, el hijo de Materne, fue a decir a Hullin que Marcos Divès con un volquete lleno de cartuchos, Catalina Lefèvre en un carro y un destacamento de Labarbe acababan de llegar al mismo tiempo y que se hallaban en la meseta. Tal noticia causó a Hullin una viva alegría, sobre todo por lo que se refiere a los cartuchos, pues temía que llegasen tarde.
Palabra del Dia
Otros Mirando