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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Por la comarca corrían rumores de que Marcos Divès, en caso de que le atacaran los carabineros, no tendría el menor reparo en servirse del hacha y de la escopeta para acabar pronto; a él se le atribuían varios accidentes graves ocurridos a los agentes del fisco; pero las pruebas faltaban en absoluto.
Y los carabineros, excelentes muchachos que viven entre nosotros y son casi de la familia, hacíanse a un lado, comprendiendo la situación y no queriendo perder a unos pobres. ¡A tierra, muchachos! gritaba nuestro patrón . Vamos a embarrancar. Lo que importa es poner en salvo fardos y personas. El Socarrao ya sabrá salir de este mal paso.
Los carabineros registraban las casas, buscando los fardos de contrabando traídos por los hombres, y las amazonas empleaban su acometividad nerviosa en el ocultamiento de las mercancías ilegales, haciéndolas pasar de un escondrijo á otro con astucias de salvaje.
A Suárez fueron a sacarle un poco más lejos, por las escaleras mismas del muelle. Pero al poner el pie en el bote me encontré con que no podía mantenerme derecho. Estoy herido les dije . Háganme el favor de llevarme a casa. Subiéronme al muelle, y se vio que, en efecto, destilaba sangre por una cadera. Entonces los carabineros prendieron a Suárez, y uno de ellos le condujo a la Inspección.
Comprenderá usted que a los carabineros no les sobra la plata y una gorra cuesta cara. Pues bien, parece ser que al levantar un momento la cabeza nuestro hombre, vio, muy cerca de él, entre la bruma, un buque de alto bordo que huía a palo seco, sotaventeando las islas Lavezzi. Este buque marchaba con tanta velocidad, que el aduanero apenas tuvo tiempo de verlo bien.
¿Qué pasa aquí? se preguntaron. Tras de un instante se volvieron a oir nuevos tiros y un lejano sonido de campanas. Hay que ver lo que es. Decidieron como más práctico que Capistun, con las cuatro mulas, se volviera y se encaminara despacio hacia la choza de carabineros donde habían pasado la noche. Si no ocurría nada en Vera, Bautista y Zalacaín retornarían inmediatamente.
Yo vine a Villavieja de teniente de carabineros: no cucharón, señorita, sino de colegio, del de Infantería. Aquí ascendí a capitán y me casé con una villavejana de bastante buen ver y no pobre del todo. ¿No es cierto, don Alejandro? Y se queda usted corto. Era de lo mejorcito de aquí... Y pasemos de largo sobre ese punto, antes que empiece a dolerle como de costumbre. Bueno.
Ya lo sabrá V. en la cárcel contestó el sargento. Lo supo antes, por fortuna. Los carabineros, al ver aquellas señales misteriosas hechas desde la bahía y contestadas en tierra, se figuraron que se trataba de un alijo de contrabando, y promovieron todo aquel alboroto. Grandes esfuerzos hizo Miguel para convencerles de que no había semejante cosa, que iba dando un paseo por placer y nada más.
No comprendo adónde pueda ir repuso don Mariano . Para dirigirse al interior de la provincia, aunque vengan del Occidente, no necesitaban pasar por aquí; tienen el valle de Cañedo a su disposición, que es un camino mucho más breve. Hoy precisamente he paseado con el capitán de carabineros dijo don Máximo y no me ha dicho una palabra de la venida de esa tropa.
Establecieron un miserable Casino en el Mónaco viejo, frente al palacio, en lo que hoy es cuartel de los carabineros del príncipe. Los «puntos» eran muy contados. Había que venir en diligencia por lo alto de los Alpes, siguiendo la antigua vía romana, y descender desde La Turbie por caminos como barrancos. Se necesitaban verdaderos deseos de jugar.
Palabra del Dia
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