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Actualizado: 6 de julio de 2025
Todos iban en pie contemplando con satisfacción orgullosa los prados y los árboles, los campesinos y los ganados que dejaban tras sí. Mas los prados, los árboles y los seres vivientes que se agitaban en aquel delicioso paisaje no recibían con igual satisfacción la visita del huésped. Sus penetrantes silbos estremecían la campiña.
El tren rodaba entre las sombras con la rapidez del viento, lanzando la locomotiva de cuando en cuando sus silbidos agudos que no despertaban eco en la llanura; y yo, mientras que los demas viajeros dormían á mi lado, fumaba con deleite, dejando vagar mi espíritu en un torbellino de recuerdos de amor y de cavilaciones sobre el porvenir del hombre, al mismo tiempo que, hundiendo la mirada en la sombra interminable que cubría la campiña, buscaba en su seno alguna luz fugitiva ó alguna otra sombra mas pronunciada y vigorosa producida por un edificio destacado aqui ó allá cerca del camino.
Los carruajes siguieron por la carretera, atravesaron Villanueva como otra vez hiciera yo. Alternativamente mis ojos recorrían la campiña que desaparecía detrás de nosotros y el hermoso rostro de Magdalena sentada enfrente de mí. Habían concluido los días felices; acabada aquella corta temporada pastoral, volví a caer en profundas preocupaciones.
Ya no se oyen las tarrañuelas, ni los panderos, ni un solo grito en el corro de bolos. Los taberneros recogen sus baterías, y embridan sus jamelgos los curas, los jándalos y los señores de aldea; y perdiéndose, por grados, desde el lugar de la feria, por la campiña adelante en todas direcciones, se oye el sonido de las campanillas del ganado que se aleja.
Pomposa, y memorable por haber vivido en él esta santa mártir y el monge S. Fandila, estaba edificado en la sierra que sirve de anfiteatro á la campiña al norte de Córdoba, á unas cuatro millas largas de la ciudad, á la falda de una peña donde desde los tiempos mas antiguos formaban las abejas sus panales: circunstancia á que debieron su nombre vulgar la peña y el monasterio.
Descúbrese toda la campiña al frente, haciendo fondo á la ciudad las sierras de Cabra y de Granada con sus azulados festones de crestas, y sobresaliendo al sudeste el pico de Alcaudete: por detrás de la ciudad se desliza culebreando el magestuoso Guadalquivir. En su famosa carta al obispo de Pamplona Wiliesindo.
Encontraba en el jardín iguales recuerdos de su familia que en la habitación de arriba. Fatigado, además, de tropezar siempre en sus paseos con muros de piedra que le recordaban la cárcel, necesitaba la movilidad de la vegetación acariciada por el viento, forjándose la ilusión de que vivía libre en plena campiña.
La imagen de Rosa se le representaba triste y dolorida, padeciendo las crueldades de su padre, que, después de lo pasado, serían, a no dudarlo, mucho mayores. Y comenzó a punzarle el remordimiento, particularmente en ciertos momentos, cuando se quedaba solo en casa o la vista de los árboles y las flores le traía a la memoria la hermosa campiña de las Brañas.
Aparte del esmero y gusto con que está cultivada la campiña, amenizan y hermosean sus términos los muchos y alegres pueblos que aparecen por todas partes. Como las comunicaciones son tan fáciles, merced á los caminos de hierro, el extranjero que desea estudiar y conocer los alrededores de Paris puede conseguir su objeto en pocos dias.
31 Tampoco Aser echó a los que habitaban en Aco, y a los que habitaban en Sidón, y en Ahlab, y en Aczib, y en Helba, y en Afec, y en Rehob; 32 antes moró Aser entre los cananeos que habitaban en la tierra; pues no los echó. 34 Los amorreos apretaron a los hijos de Dan hasta el monte; que no los dejaron descender a la campiña.
Palabra del Dia
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