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Está bien, Catalina, podéis estar tranquila; conozco un medio seguro de salvar todas las dificultades dijo victoriosamente Mathys . Mañana, probablemente, el aya os traerá la noticia de que me ha confesado su afecto sin haber temblado ni sonrojado. La campesina lo miró con sorpresa. Es bien sencillo exclamó , voy a proponerle que se case conmigo... ¿Por qué lanzáis ese grito de inquietud?

Vais a pasar por una prueba suprema, Marta, y tiemblo al pensar que os falten las fuerzas necesarias. ¿Qué nuevo dolor me espera? No importa, mi valor no sucumbirá. ¡Fatales ilusiones! suspiró la campesina . Sois tan dichosa en poder saborear el amor de vuestra hija, que lo olvidáis todo y no hacéis más esfuerzo para librarla de su triste esclavitud.

Por otra parte, la testigo no es una campesina, sino una hija de la ciudad de Vorones. Bueno, obedezco, señor presidente; por más que las hijas de las ciudades tienen también sus pequeñas alegrías sencillas... El caso es que la señora Karaulova lleva en su corazón un ideal de verdadera cristiana.

La campesina avanzó silenciosamente por el sendero, y se aproximó a la viuda, que se había ido a sentar en un banco algo apartado, vuelto de espaldas al castillo. Siéntese a mi lado, Catalina le dijo , y hábleme despacio, pues el bosque puede ocultar espías. ¿Qué os pasa? Tenéis los ojos llorosos. , el corazón oprimido por el espanto.

Con la caída de la tarde se fue amortiguando el escándalo de aquella bacanal campesina; se extinguieron los ruidos de guitarras y panderetas, y al anochecer, las pandillas de clérigos aparecían paseando en el camino a la entrada de las aldeas. Oscura, oscurísima era la noche cuando el convoy entró en la capital de Navarra.

Otras mañanas, cuando Luis Dupont no sentía deseos de conversar con el capataz, entrábase en la casa buscando a María de la Luz, que trabajaba en la cocina. La alegría de la muchacha, la frescura de su piel de morena fuerte, producían en el señorito cierta emoción. La castidad voluntaria que observaba en su retiro, le hacían ver considerablemente agrandados los encantos de la campesina.

Hasta la rudeza campesina de algunos accidentes presta a la representación de que hablo candoroso hechizo. Acaso había accidentes o episodios en dicha representación en que lo sagrado y lo profano, lo serio y lo chistoso y lo trágico y lo cómico desentonaban algo.

Ciertos recuerdos del pasado volvieron a él, haciéndole sonreír. ¿Qué diría miss Mary si le viese rodeado de esta gente rústica, tembloroso y vacilante al pensar en la proximidad de una muchacha campesina?... ¡Cómo reirían sus antiguas amigas de Madrid y de París al encontrarle en esta traza de campesino, dispuesto a matar por la conquista de una mujer casi igual a sus criadas!...

Hasta instaló en el fondo de la arboleda una pequeña granja, y sin salir de su casa pudo darse el gusto de desempeñar el papel de campesina, batir leche y fabricar manteca, pensando en María Antonieta, que también jugaba á la pastorcita en el Pequeño Trianón.

Cruzó entonces con el fondista algunas palabras en vascuence, que escuchaba Diógenes mirando a uno y otro lleno de inquietud, y de repente, sin paliativos ni preámbulos, díjole con rudeza campesina que la muerte se aproximaba sin remedio y érale necesario aprovechar aquellos momentos lúcidos que el mal le concedía, para arreglar sus negocios con los hombres y saldar sus cuentas con Dios.