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La vació sobre el delantal de la asombrada campesina, dio algo también al ermitaño, que no manifestaba menos sobresalto, y abriendo la sombrilla roja emprendió la marcha seguida por la doncella. Al pasar frente a Rafael, contestó al sombrerazo de éste con una inclinación elegante, casi sin mirarle, y comenzó a bajar la pedregosa pendiente de la montaña.

De pronto lanzó una exclamación de alegría y de sorpresa. Veía al aya sentada con Elena en un banco del jardín, detrás del castillo. Estaban completamente solas; allí sólo estaba el jardinero, y estaba trabajando a una gran distancia. La campesina acortó el paso, afectó un aire indiferente, y se puso a avanzar despacio, como si se paseara, hacia el cerco y penetró en él.

Primero se ahorcaría ó saltaría en cualquier precipicio. De todos modos estaba ya condenada por ser mala hija. La pobre Julî tuvo aun que sufrir todas las recriminaciones de sus parientes que, no sabiendo nada de lo que había podido pasar entre ella y el P. Camorra, se burlaban de sus temores. ¿Acaso el P. Camorra se iba á fijar en una campesina habiendo tantas en el pueblo?

La señora escuchaba al buen hombre sonriendo ligeramente; su doncella aguzaba el oído con el miedo de perder alguna palabra de un idioma comprendido a medias, y sus ojazos de campesina crédula, iban de la imagen al narrador, expresando admiración por tan portentoso milagro. Rafael las había seguido dentro de la ermita, y se aproximaba a la desconocida que afectaba no verle.

Marta y Laura se echaron al cuello de la campesina, y la colmaron de agradecimientos y de caricias. La vieja lavandera estaba tan emocionada, que un torrente de lágrimas le corría por los ojos, sin que pudiera hablar. De pronto, Marta la tomó de una mano y la arrastró hasta el coche. Catalina, querida Catalina le dijo . Tenéis que venir con nosotros. Vuestro marido os espera en Maraghem.

Buenos días, señorita Beaudoin... Dispénseme usted si la molesto, pero necesito un sello de dos sueldos. ¡Qué suma de curiosidad en ese sacrificio de diez céntimos arrancados a la rapacidad campesina! Liette, sin parecer echarlo de ver, hacía silenciosamente su oficio, mientras la exempleada le susurraba al oído: La tendera de la esquina, una mujer muy lista.

Mañana os propondrá... os preguntará si queréis ser su mujer. No lo rechacéis. La mujer de Mathys exclamó la viuda con extrema palidez en las mejillas . ¿Yo la mujer de ese hombre vulgar y bajo? Os equivocáis respecto al sentido de mis palabras interrumpió la campesina . No digo que debéis ser la esposa de ese hombre despreciable. Aceptad su proposición en apariencia.

Desnoyers no podía entenderle por hablar en alemán, pero siguiendo las indicaciones de su mano, vió en la entrada del castillo, más allá de la verja, un grupo de gente campesina y unos cuantos soldados con fusiles. Blumhardt, después de corta reflexión, emprendió la marcha hacia el grupo y don Marcelo fué tras de él.

, amigo mío, amigo querido me contestó con la dulzura de una mujer. ¿Vive el Rey? Sacó su pañuelo, limpió con él mis labios y me besó en la frente. ¡Si, vive, gracias al más valiente caballero que he conocido! contestó en voz baja. La pobre campesina seguía allí, llorosa y sorprendida, porque me había visto en Zenda y creía que el Rey yacía pálido y ensangrentado a sus pies.

¿Quizá tendréis un disgusto o habréis sido también objeto de una injusticia? , he tenido un disgusto y estoy incomodado. Vos, Catalina, habéis contribuído a ello más que nadie; pero quiero creer que vos, lo mismo que yo, habréis sido engañada por una falsa apariencia. ¡Que yo soy la causa de vuestra tristeza! exclamó la campesina con sorpresa . ¡Imposible, señor intendente!