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Así había sido doña Constanza, tal como aparecía en el lienzo, pelirrubia y con enormes ojos negros, guapetona, un poco llena de carnes, como conviene á una mujer acostumbrada á arrastrar mantos regios y que sólo por devoción accede á disfrazarse de campesina. La imagen de la emperatriz llenó su pensamiento infantil.

¡Ah, presuntuosa de nacimiento! ¿Quién diría que una campesina como , llegaría tan pronto a tanta coquetería? Ya te admirarás más. que la coquetería es una cualidad muy seria. Es la primera vez que lo oigo. ¿Quién te ha enseñado eso? Supongo que no habrá sido el cura. No, no; una persona que entendía algo en la materia. ¿Vendrá a almorzar alguien más que los de Couprat, Blanca?

Comió sin apetito, contando á su mujer lo ocurrido en el tribunal. La pobre Teresa escuchó á su marido, pálida, con la emoción de la campesina que siente punzadas en el corazón cada vez que ha de deshacer el nudo de la media guardadora del dinero en el fondo del arca. «¡Reina soberana! ¡Se habían propuesto arruinarles! ¡Qué disgusto á la hora de comer!...»

Pero habíamos olvidado a la joven campesina, que nos había seguido y no estaba dispuesta a perder aquella ocasión de congraciarse con la Princesa y de ganar unas monedas de oro; así fue que apenas nos ocultamos, salió corriendo al camino y saludando, exclamó: ¡Señora, el Rey está allí, detrás de aquellas matas! ¿Quiere Vuestra Alteza que la guíe hasta él?

Este casamiento debe hacerla feliz, yo poseo una linda fortunita, Marta no tendría que servir a nadie y pasaría una vida fácil y agradable... Catalina caminó silenciosamente durante algún tiempo mientras Mathys se restregaba las manos y se entregaba a rientes reflexiones. La campesina se detuvo de pronto a la entrada de un sendero.

La campesina, que experimentaba ante las gentes de justicia un miedo supersticioso, amenazó, sin embargo, con un pleito, aunque tuviera que vender su casucha y su campo de la montaña. Hubo que derribar todo el muro y volver á construirlo medio metro más acá. Unos sesenta mil francos perdidos; nada para Su Alteza, pero yo sospecho á veces si esto pudo acelerar su muerte.

Haciendo un esfuerzo supremo llegué al lugar donde Ruperto había cambiado de rumbo, e imitándole, volví a verle, en compañía de una muchacha, a la que obligaba a bajar del caballo que montaba. Ella era sin duda la que había lanzado aquel grito. Parecía una campesina y llevaba una cesta pendiente del brazo. Probablemente se dirigía al mercado de Zenda. El caballo era fuerte y de buena estampa.

Cuando alguno, con repentino terror, refugiábase en las empalizadas, la barbarie campesina le acogía con insultos, golpeándole las manos agarradas a la madera, dándole varazos en las piernas para que saltase a la plaza. «¡Arre, sinvergüenza! ¡A darle la cara al toro, embustero!...»

La campesina se alejó diciendo: Cueste lo que cueste, Marta, es preciso que os vuelva a ver hoy; quiero retemplaros para la prueba suprema. Yo también he emprendido un combate contra los verdugos de vuestra hija. La viuda murmuró acercándose a la joven: Sígueme, Elena, la señora condesa... tu madre nos llama.

Tenían sangre distinta; vivían juntos y tranquilos, pero no eran iguales ni podían serlo. Cada uno con los suyos. Y al decir esto, Pep recogió de la mesa los platos de la comida y los fue guardando en la cesta, preparándose para marcharse. Quedamos, don Jaime dijo con su tenacidad campesina , en que todo es broma, y usted no inquietará a la atlota con sus fantasías. No, Pep.