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Actualizado: 7 de junio de 2025
»Yo repuso Teobaldo; yo, por el deber que tengo de velar sobre usted. »Y corrió a mi marido que, haciendo un supremo esfuerzo, había logrado llegar hasta el cordón de la campanilla, y tiró de él violentamente. Al oír este modo de llamar, todos los domésticos de la casa se precipitaron en la habitación. Carlos acababa de salir, pero ellos vieron al Conde tendido y bañado en su propia sangre.
Marta se colgó de la campanilla en son de pedir socorro, porque no era ella hembra que descendiese a ciertos pormenores al lado de los enfermos. El estómago, decía ella, no es nuestro esclavo; antes bien, nos esclaviza. Acudieron las de Ferraz, y luego Eufemia con agua, arena, toalla y cuanto fue del caso. A Bonis se le hizo comprender que apestaba, y corrió a mudarse.
Es imposible, pensó al tirar del cordón de la campanilla, que ese muchacho haya ejecutado una acción tan fea si no es por algún motivo invencible. Salió a abrirle una vieja, y luego acudió otra, y luego otra, todas muy limpias, muy charlatanas, muy risueñas. La primera se informó de lo que traía por allí. Al saberlo, cayó en un espasmo de alegría tal que nuestro joven no pudo menos de sonreír.
Quise leer más; pero las líneas huían ondulando como sierpes asustadas, y en el vacío que dejaban, de una lividez de pergamino, volvía a brillar la interpelación extraña: «¿Tocarás tú la campanilla?»
Una mañana, al salir de casa, hirió mis oídos el repique agudo y estridente de una campanilla. Llevé la mano al sombrero y busqué con la vista al sacerdote portador de la sagrada forma; pero no le vi.
No pido que me conteste, no me atrevo a exigir tanto; pero será suficiente una palabra, una seña, un ademán, la más leve indicación para que yo vuele a sus pies, y pase a su lado la existencia. »Felipe Auvray. »Calle de San Nicolás, 5.º piso. Hay una pata de liebre en el cordón de la campanilla.» ¿Has comprendido, Amaury?
El mayordomo permanecía junto a la escalinata, recomendando silencio en las tareas de limpieza, evitando el choque de los cubos, las ruidosas frotaciones, haciendo hablar a los camareros en voz baja, lo mismo que si estuviesen en la habitación de un enfermo. Un repiqueteo de campanilla surgió del último salón, amortiguado por las cerradas vidrieras.
Yo saldré a la calle... Yo buscaré por todo el edificio; yo volveré patas arriba Cortes y procuradores, y han de parecer, aunque se hayan metido dentro de la campanilla del presidente o en la urna donde se vota. ¡Qué aprieto, qué compromiso, qué situación! Y el pobre viejo se echó a llorar como un chiquillo. Subamos, Sr. de Araceli dijo resueltamente Presentación que tengo mucho deseo de ver eso.
Es también de mencionarse cómo le respondieron con gemidos y lágrimas aquellas rudas y buenas gentes, por no hallar en sus lenguas palabras con que expresar lo que sentían; y cómo, finalmente, puso término a esta escena don Sabas acercándose a adorar y recoger la Forma consagrada, y sonó otra vez la campanilla... y salió del cuarto y de la casa el Señor de los señores y Rey de los reyes con la misma solemnidad y reverencia con que en ella había penetrado.
Esta antipática y lúgubre figura de la campanilla y el pregón desaparecieron por completo hace ya más de noventa años, pero la congregación del Pecado Mortal siguió y puede decirse que aún subsiste.
Palabra del Dia
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