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Actualizado: 7 de junio de 2025


El presidente, siempre con la campanilla en la mano, inquieto y vigilante cuando hablaba alguien de las oposiciones, descansaba ahora con los ojos entornados y la cabeza en el respaldo del sillón, dormitando con la confianza de un director que no teme desafinaciones.

Francamente, me engañó ese tuno... Bueno; alguna dejarán... Mañana iremos usted y yo, don Víctor. Pero la noticia les había puesto tristes. Guardaron silencio obstinado. Dentro del salón se oían voces descompasadas, fuertes rumores. Alguna vez sonaba el agudo repique de la campanilla presidencial, llamando al orden.

Por último, el presidente hizo sonar la campanilla y, encarándose con el acusado, dijo: En vista de las pruebas que acaban de practicarse y de los informes de los señores letrados, ¿tiene el procesado algo que manifestar al tribunal? El P. Gil se levantó de su banco y paseó una mirada tan suave como vaga por la sala. Parecía que le despertaban de un sueño. Tardó algunos instantes en hablar.

Levantose, y mirando a la pobre joven con más lástima que cólera, le dijo: «Si tan convencida está usted, acuda usted a los Tribunales. Acudiré exclamó Isidora con firme convicción. Entretanto, es inútil que disputemos aquí. Puede usted retirarse». La marquesa intentó tirar del cordón de la campanilla.

Gonzalo recordó que aun no le habían curado el vejigatorio puesto el día anterior. Tiró violentamente del cordón de la campanilla. Estaba tendido en el lecho boca arriba, mirando los arabescos del techo. La estancia bien esclarecida por los dos balcones que tenía. No se hallaba en su alcoba, sino en el despacho, donde le habían puesto una cama el día primero que se sintió mal.

No logré oir una sola frase espiritual, un concepto agudo, una palabra verdaderamente fina y elegante. La función parlante de los mozos era puro ejercicio de la campanilla y la laringe, sin intervención del espíritu ni del cerebro, cuya masa gris está tan apelmazada, compacta y oscura como el pelo.

Pasé todo el día inquieto y nervioso, escuchando el toque de la campanilla fúnebre por todas partes. A la verdad, no puedo decidir si la campanilla sonaba realmente, o eran mis oídos los que la hacían sonar. Compré cuantos papeles se vendían por las calles referentes al reo, y los devoré con ansia.

Colgose del cordón de la campanilla, pidió auxilio a sus criados y juró echarlos a todos, como a perros, si no encontraban la nariz. ¡Inútil amenaza! La nariz era más imposible de encontrar que la Cámara de 1816. Dos horas transcurrieron en medio de la agitación, el desorden y el ruido.

Allí estaba la campanilla, con el mango roto, y el tintero circundado de plumas de ave, don Román no usaba de otras, y al lado la palmeta de zapotillo.

La fuerza muscular ha tenido tambien su voto; se han blandido puñales, se han menudeado los garrotazos; la campanilla del presidente ha resonado entre el ruido de voces estentóreas, y de pulmones de bronce. Don Marcelino pertenece al partido derrotado, y ha tenido que salvarse á escape.

Palabra del Dia

vorsado

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