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Actualizado: 24 de julio de 2025
Belarmino se incorporó, con las brumas del ensueño desparramadas todavía en las pupilas. ¿Y dicen ustedes preguntó que ese filósofo se llama Meo de Clerode? Asimismo; Meo de Clerode respondió, con cara dura, el estudiantino desenvuelto. Pues es un enormísimo sapo, mucho más grande aún que Salmerón. Y Belarmino volvió a su cuchitril, cabizbajo y abismado en preocupaciones.
El padre Ambrosio estaba sentado en un sillón delante de la reja cabizbajo y profundamente pensativo. Yo, detrás de él a poca distancia, escuchaba con toda el alma en los oídos. Oyose abrir una puerta, y luego un paso reposado de mujer, el crujir de un vestido, y luego el gruñido cariñoso e impaciente de un perro. ¡Ah! ¿Es usted? dijo Amparo.
Pero en vano se estuvo allí plantado otro buen rato, apoyándose en la carabina, en actitud meditabunda. Rosa no tuvo a bien presentarse. Otra vez se vio precisado a marcharse, ahora más descontento y cabizbajo. Al llegar al sitio de antes, Rosa volvió a cantar.
El niño se presentó cabizbajo, pero sin miedo; no muy contento, pero sereno. ¿Qué es esto? ¿Has roto ya todo lo que falta? ¿Es ese el aprecio que has hecho?... No he roto nada repuso Pepito.
Terminó el oficio, y los frailes lenta y silenciosamente abandonaron el coro y atravesaron como sombras los vetustos claustros, para internarse en sus celdas, a descansar breves momentos. Fray Baltasar, cabizbajo, penetró en su retiro y se recostó en la dura tarima que le servía de lecho; la fatiga y la tristeza pesaron sobre sus párpados y el sueño le proporcionó momentáneo alivio.
El mozo ya no rasca laúdes ni vihuelas, y se pasea por el Cerrillo de San Blas muy cabizbajo y melancólico. Los criados del Conde le andan buscando para darle una paliza; pero escapa de ella, gracias á las tretas del socarrón de su lacayo, que no por estar muerto de hambre deja de ser maestro en artimañas y sutilezas. Los amantes van á ser separados para siempre.
Pero más de una vez también, la serie de nuestras aventuras ha terminado con un imprevisto remojón y el desgraciado náufrago, repentinamente calmado de su loca alegría, ha tenido que retirarse cabizbajo á la choza inmediata del campesino para enjuenjuagarse ropas en la hoguera de sarmientos.
Vámonos dijo con un laconismo de enfado. La siguió el príncipe, cabizbajo, arrepentido de su violencia. A los pocos pasos, ella pareció conmoverse por este mutismo que representaba un arrepentimiento, y volvió á sonreir: Ya sé que en adelante no debo verte á solas... Olvidaba que eres un marino, acostumbrado á bajar en los puertos con premura, sin querer perder tiempo.
Por este arte despotricaba en sus adentros Leto Pérez bajando una mañana hacia el muelle, sin corbata ni chaleco, con una ancha boina en la cabeza y, por todo ropaje exterior, una americanilla y unos pantalones de lienzo. Como arreglaba la marcha al compás de los pensamientos, andaba con relativa lentitud, algo cabizbajo y con las manos en los bolsillos.
Un perro viejo y lanudo, cabizbajo y triste, torpe y cansado, de los que se llamaban ingleses de muestra, y que para la caza son muy estimados, a la doliente mujer seguía, mostrando, cuanto en un irracional puede mostrarse, un dolor que tenía mucho de humano.
Palabra del Dia
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