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Actualizado: 14 de julio de 2025
Esta noche, el dolor de mi triunfo te asesina. ¡Muérete, muérete, miserable!» Dígase, en honor de la verdad, que en aquellos mismos instantes, Belarmino, el reptil, practicaba peregrinos arpegios con su silbo, pero era en el lecho, durmiendo y roncando a pierna suelta, a par de Xuantipa, y soñando que sostenía un coloquio exquisito, sentados entrambos sobre las nubes, con Meo de Clerode, el distinguido filósofo de Kenisberga.
Belarmino se incorporó, con las brumas del ensueño desparramadas todavía en las pupilas. ¿Y dicen ustedes preguntó que ese filósofo se llama Meo de Clerode? Asimismo; Meo de Clerode respondió, con cara dura, el estudiantino desenvuelto. Pues es un enormísimo sapo, mucho más grande aún que Salmerón. Y Belarmino volvió a su cuchitril, cabizbajo y abismado en preocupaciones.
Nego absolutionem, nego, nego! Haga desde hoy penitencia sin tasa, expúlguese los demonios, que el cura de su parroquia le enjabone y le enjuague, y cuidado no remate su vida en el palo del quemadero. In nomine meo dæmonia ejicient. Obmutesce et exi ab eo! Obmutesce et exi ab eo! Obmutesce et exi ab eo! No digo más.
Palabra del Dia
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