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Se metían en un coche de tercera clase, entre aldeanos alegres, frescos, colorados; Quintanar dormitaba dando cabezadas contra la tabla dura; Frígilis repartía o tomaba cigarros de papel, gordos; y más decidor que en Vetusta, hablaba, jovial, expansivo, con los hijos del campo, de las cosechas de ogaño y de las nubes de antaño; si la conversación degeneraba y caía en los pleitos, torcía el gesto y dejaba de atender, para abismarse en la contemplación de aquella campiña triste ahora, siempre querida para él que la conocía palmo a palmo.

Desde que un ladrón «muerto de hambre» había logrado imponerse á todos ellos, los propietarios se reían, y para vengarse de diez años de forzada mansedumbre, se hacían más malos que el famoso don Salvador. Veritat... veritat decían en todo el corro, apoyando las razones de Pimentó con furiosas cabezadas. Verdad... verdad.

Hasta la viuda ajamonada que le daba siempre la razón comenzó a quitársela y apoyar con vivas cabezadas lo que Miguel manifestaba; pero esto, según se supo después, fue porque la viuda le propuso un cambio de habitaciones, fundándose en que el oficial paraba muy poco en casa y le bastaba un cuarto más pequeño; no tuvo aquél la galantería de aceptar el trueque, y se captó para siempre su antipatía.

A la hora acostumbrada, y dados los repiques de campanas, se junta toda la gente en la iglesia, en la que se canta la misa y Te Deum con mucha solemnidad, y después se prosiguen en la plaza las carreras de caballos en contorno, en las que, divididos en cuatro cuadrillas, los indios hacen muchas evoluciones o figuras, a la usanza antigua, todo a toque de muchas cajas y clarines, y con grande algazara y ruido de cascabeles grandes, de que llevan cubiertos los pretales y cabezadas de los caballos, lo que tienen por adorno y grandeza.

Y siguió trabajando, pero con más ardor, sin levantar la cabeza, deseando acabar cuanto antes. El Menut miraba a todos fijamente y se encogía de hombros con cierta arrogancia, como si, rota ya su timidez, le costara trabajo volver a recobrarla. Tono fue el primero en vestirse y salió acompañado hasta la puerta por los buenos consejos del amo, que él agradecía con cabezadas de aprobación.

Pero ya que desnudar No me puedo el sér de Rey, Por llegároslo á mostrar, Y que os he de castigar Con el brazo de la ley, Yo os dejaré tan mi amigo, Que no darme cuchilladas Queráis; y si lo consigo, A cuenta de este castigo Tomad estas cabezadas. Muchas veces hemos sido testigo en los teatros españoles del efecto extraordinario que produce la representación de esta escena.

Cogidos a sus bridas corrían los criados de los molineros, atletas de ligera alpargata, despechugados y con los brazos al aire, que, a la voz de «¡alto!», se colgaban de las cabezadas, haciendo parar en seco a las briosas bestias.

D. Nemesio, fatigado al cabo de tanto hablar, comenzó a dar cabezadas, pero sin decidirse a tumbarse, como si quisiera mantenerse siempre alerta para coger el hilo del discurso en cuanto el sueño le dejase un momento de respiro. Paró el tren. «Argamasilla, cinco minutos de parada» gritó una voz.

Quizá suponga que me ha ofendido cuando fué a casa y quiera desagraviarme. En el primer entreacto Aurelia recibió un hermoso ramo de camelias que le trajo una florista. De parte de aquella señora que está en el palco número once. La niña alzó los ojos y vió a Clementina que la miraba risueña. Los dos hermanos dieron las gracias con fuertes cabezadas. Aurelia se puso muy colorada.

Hay ciertos bienes que valen más encontrados al azar que buscados con cálculo, y es muy general que quien despreció la suerte cuando pasó a su lado, ande después a cabezadas tras ella, y no la encuentre ni siquiera pintada, o halle cualquier falsificación del bien y la coja gozoso y la abrace y se desengañe y rabie, deplorando su torpe indolencia.