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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Aquel nombre encendió de nuevo mi sangre, y pregunté con desabrimiento: ¿Y a qué? A buscar a Asunción. Tal vez lleguemos a tiempo para impedir su fuga de Cádiz... Está loca esa muchacha, loca, loca, loca... Gabriel, ¿con qué objeto entrabas esta noche en la casa? ¿Ibas a buscarme?... ¿Ibas de parte de mi prima? Pero lord Gray... Explícame eso. Lord Gray entró esta noche.
Quiero que vengas a buscarme y quiero salir de mi casa contigo, a la luz del sol..., iremos donde quieras... para siempre. ¿Comprendes? ¡Toda la vida! ¿Querrás? Pero te advierto que jamás volveré a mi casa ni a soportar a ningún hombre que no seas tú. Tuya, y nada más que tuya...
Rumalda, no tengo tabaco dijo el atleta ; bájate al estanco... pronto, chica.... Pues como iba diciendo, si a un hombre como yo, que es todo pólvora, se le hubiera preguntado con decencia dónde había pasado el día y qué negocios traía con el futraque, el hombre habría contestado como un caballero. ¡Si aquí no hay misterio...! Que un señor, a quien conocí en casa de D. Felicísimo, viene a buscarme y me dice: «Sr.
Y haciendo un esfuerzo supremo, se levantó y siguió marchando en pos del fantasma por las calles interminables, negras, heladas.... Como marchamos todos á través de las asperezas de la vida, guiados por nuestros recuerdos, al encuentro de la Ilusión. El periodista Isidro Maltrana habló así á sus amigos en un pequeño restorán de Broadway: Me veo obligado á buscarme la vida en Nueva York.
Para que nada faltase, la individua debía de ser una desuellabolsas y sacadineros, porque la epístola concluía de este modo: Quintín mío, esta es para decirte que no se te olbide benir a buscarme pronto una noche, para yevarme a desempeñar el mantón, que me lo as ofrecido, y a ber si me traes o me compras, para trabajar afuera este berano, media dozena de pares de medias muy vistosos, mono mío.
Con aquel dinero viví ocioso algún tiempo. Cuando se me acabó el dinero, cuando sentí el hambre, quise buscarme la vida, y logré entrar de galopín en la cocina de la señora infanta doña Juana. Allí me apliqué al oficio... En el que habéis adelantado. Sois un cocinero famoso... según dicen.
¿Cómo le conoció usted? Era amigo de mis hermanos. ¿Los cuales, naturalmente eran sus correligionarios?... Después que usted salió de su país ¿dónde lo encontró? Aquí, en Lausana. ¿Estaba solo? No. ¿Con la Condesa? Con ella. ¿Fue usted a buscarle? ¿Cómo se vieron? Supo mi llegada, y fue él mismo a buscarme.
Me dijo que me amaba y que había resuelto casarse conmigo. «¿Quiere usted ser mi mujer...?» Yo no sabía qué contestarle; arrugaba mi vigésimoquinto «marinero»; al fin, recobré la sangre fría. «¡Según y cómo!», le dije. «¿Tiene usted algún oficio...?» «No se preocupe; tengo una profesión bastante lucrativa. ¡Lo importante es que yo no le desagrade!» Me dejé caer sobre una silla, me puse a sollozar y me enjugaba los ojos con el «marinero». Aquella misma noche, el señor Mers venía a buscarme a la salida del almacén con su auto, me llevaba a nuestra casa y pedía mi mano a papá, que estuvo a punto de caer enfermo por la impresión. ¡Ya ve usted...! ¡Un yerno que tenía quince millones! ¡El pobre papá no volvía de su asombro...!
El tal Chabornac vino a buscarme hace pocos días y me habló de esta manera: «Mi querido diputado: vengo de parte de la familia Machut para ver a Elisita Machut, que ha huído del hogar paterno a fin de debutar en un café-cantante.
¡Oh! exclamó el ciego con candoroso acento de encomio canta admirablemente . Ahora, Mariquilla, vas a acompañar a este caballero hasta las oficinas. Yo me quedo en casa. Ya siento la voz de mi padre que baja a buscarme. Me reñirá de seguro.... ¡Allá voy, allá voy! Retírese usted pronto, amigo dijo Golfín estrechándole la mano . El aire es fresco y puede hacerle daño.
Palabra del Dia
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