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Actualizado: 19 de octubre de 2025
A estas palabras, dichas con seriedad que más bien parecía broma, contestole Guillermina sentándose junto al pupitre, apoyando un codo en él, y mirando frente a frente al sobrino, cuya barba acarició con sus dedos, entre los cuales tenía enredado aún el rosario. «Todo eso lo dices por buscarme la lengua. Eres muy pillincito. Por de pronto vengan esos maderos que no te sirven para nada».
¿Quieren ustedes subir a descansar? preguntó la dama a los caballeros, al ver llegar a Paco. No, gracias. Yo volveré luego con mamá a buscarte. ¿A buscarme? Sí; ¿no te lo ha dicho ese? Hoy vas al teatro con nosotros. Hay estreno; es decir, un estreno de don Pedro Calderón de la Barca, el ídolo de tu marido. ¿No sabes?
Y, en último caso, si el mundo nos causa espanto, permanecemos en casa. ¡Permanecer siempre en casa! ¡bonito porvenir! ¿Imagináis, por ventura, que han de venir las mujeres a buscarme a domicilio, en el estado en que me encuentro? ¡Os casaréis! He conocido a un teniente de coraceros que había perdido un brazo, una pierna y un ojo.
Di para acreditarme de rico que lo disimulaba, en enviar a mi casa amigos a buscarme cuando no estaba en ella. Al fin, preguntó por don Ramiro, «un hombre de negocios rico, que hizo agora tres asientos con el Rey». Desconociéronme en esto las huéspedas y respondieron que allí no vivía sino un don Ramiro de Guzmán, más roto que rico, pequeño de cuerpo, feo de cara y pobre.
El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas partes sus ojos dilatados, y se aproximó al pozo. Trató de mirar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron. Entonces pareció reflexionar, y después de una atenta mirada al pozo y sus alrededores, comenzó a buscarme.
Salir de aquí no es nada... Un traje para que no sea reconocido fuera del campo... Te llevaré á un sitio convenido un traje como los de nuestros marineros. Será preciso que gane la playa y que espere la noche para que venga á buscarme la embarcación. Estaré contigo... Yo no te dejo.
¡Dios nos libre! exclamó Lucía ; capaz es de tomar el tren para venir a buscarme, y de ahogarse en el camino con el asma... y con el disgusto. No, no. De todas suertes, voy a dar los pasos.. Y Artegui embutió los brazos en los de su americana, y echó mano al sombrero. ¿Va usted a salir? preguntó Lucía. ¿Quiere usted algo más? ¿Sabe usted... sabe usted que ayer era sábado y que hoy es domingo?
Yo vencería, arrasaría todos los obstáculos, me haría amar por ella y ningún hombre me arrancaría la soñada felicidad. Llegó la tarde; me vestí, y con Martín, que había venido a buscarme, nos fuimos a su casa. Mi bolsa era algo más que escasa y tuve que emplearla toda en un ramo de jazmines, blancos como el papel en que escribo y perfumados como el naciente y casto amor que embriagaba mi alma.
Iba a buscarme para llorar en mi presencia porque la había perdido, porque la había perdido por su propia culpa, y quería que yo, yo, le ayudase...
Entonces ocurrió un incidente que no sólo suavizó mi humor, sino que hasta modificó sensiblemente mi juicio sobre nuestro primo. Hacía cuatro días que Roberto estaba en casa, cuando vino a buscarme de improviso y me dijo: Olguita, quisiera pedirte algo; ¿no vendrías a hacer un paseo a caballo conmigo? ¡Qué honor! repliqué.
Palabra del Dia
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