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Actualizado: 19 de octubre de 2025


La veo con frecuencia, casi todos los días, desde que vivimos en la «Villa Sol». Viene a buscarme, sola o acompañada, para que demos un paseo por los bosques, y creo que la aburro, mientras que ella me intimida, lo que hace que apenas cambiemos palabras y menos aún pensamientos.

Me avergüenzo de confesarlo; pero el caso es que la Muerte vino a buscarme y me tentó en la forma... ¿cómo decirlo?... de un juego de naipes, ¡el bridge! Supondréis que fui un jugador desgraciado, que perdí mi fortuna, mi crédito, lo que tenía y lo que no tenía, y que me resuelvo a suicidarme por no sobrevivir a la deshonra de mi bancarrota... ¡Nada de eso!

Me repugna acariciarte entre cuatro paredes, junto a una cama vulgar, como un amante de momentáneo capricho. Esto es indigno de ti. Eres el amor que vino a buscarme en la más hermosa de las noches. Al aire libre me gusta más; el amor es fresco y puro en medio del campo. Te veo más hermoso y yo me siento más joven.

Se me habían hecho diversos ofrecimientos; no tenía más que elegir. Cuando Roberto vino a buscarme y, con una arruga de inquietud en la frente, me hizo esta pregunta: «¿Qué vas a hacer ahora, Olguitale expuse con una sonrisa tranquila mis proyectos para el porvenir. Sobrecogido de admiración juntó las manos y exclamó: ¡Verdaderamente, te envidio! ¡Harás camino, !

Pues hay uno que... ¿Te persigue? ¡No me digas! ¿Le conozco yo? ; estaba aquí anoche. ¡Qué me dices! Cuenta, cuenta... Otro día. Ahora tengo que irme. Van a venir a buscarme. Ya le contaré, porque necesito su consejo. Mamá ya la conoce usted en siendo rico y persona conocida... Pero yo no quiero ¡no quiero! Y habrá lucha.

Una voz lenta, ronca, mate, que no parecía haber sonado en el despacho, voz de ventrílocuo, preguntó: ¿Y , qué piensas hacer... ahora? ¿Yo?... dejar aquella casa, señor... «¿No quiere ser franco? pensó Petra pues que padezca; él vendrá a buscarme donde quiero que me busque». Dejar aquella casa repitió ¿qué he de hacer?

Aun es dichosa... No se acuerda de nada... pero una descarga hiere sus oídos y cae de nuevo desmayada. ¡Mi padre ya no existe! »Habían pasado tres meses desde aquel día, cuando fueron a buscarme al colegio para llevarme al lado de mi madre. Estaba detenida en una casa de reclusión y yo me presenté a ella entre bayonetas.

Anda, anda, hazte millonario en la Bolsa, y si quedas en pordiosero, no vengas a buscarme, porque lo que hará tu tío es reírse al ver lo bruto que eres. La ruptura con su tío entristeció a Juanito. No había conocido otro padre; y además, en sus cálculos de comerciante, siempre había figurado la esperanza de ser el heredero de don Juan.

Y la luna, ¿no es verdad? exclamó el duque con impaciencia . Le creía a usted, doctor, hombre de más talento y de más vista. ¡Coche! ¡casa! ¡buena alimentación! ¡Vaya usted a buscarme todo eso y se lo daré! El doctor respondió sin inmutarse: Ya se lo traigo a usted, señor duque, y no tiene usted más que tomarlo. Los ojos del duque brillaron como los de un gato en la obscuridad.

La Villasis la recibió en los suyos, estrechándola contra su corazón, besándola en la frente, hablándola al oído, con la voz suave y cariñosa con que se habla a un niño enfermo o desolado. Ella, sollozando sin cesar, repetía: ¿Y qué hago?... ¿Qué hago?... Irte. ¿Pero adónde?... A Lourdes... A esperar junto a la Virgen Santísima que pase la tormenta. Irá allí a buscarme...

Palabra del Dia

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