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Actualizado: 30 de junio de 2025


V. En el cual el misterio aumenta considerablemente VI. En el que figuran tres aes mayúsculas VII. El misterioso extranjero VIII. En el que se habla la verdad IX. La casa del silencio X. El hombre de los secretos XI. En el que se explica el peligro de Mabel Blair XII. El señor Ricardo Dawson XIII. Se revela el secreto de Burton Blair XIV. La opinión de un perito

Su dinero le asegura sus amigos. Amigos, respondió el anciano, gravemente; pero no felicidad. El pobre Burton Blair era uno de los hombres más desgraciados, estoy bien seguro de eso. Yo sabía que hablaba la verdad.

El hecho mismo de que Burton Blair, habiéndome ocultado su amistad si es que existía amistad con este vigoroso monje, de cara bronceada y arrugada, me hacía abrigar contra él una especie de vaga desconfianza. Y, sin embargo, cuando recordaba el tono de la carta que le había escrito a Blair, ¿cómo podía dudar de que su amistad, aun cuando secreta, no fuese real y sincera?

Me asombraría de que se sacara algo en claro de las averiguaciones que se van a hacer exclamó Reginaldo, algunas horas más tarde. Indudablemente sus abogados tampoco saben nada. Puede ser que haya dejado algunos papeles que revelen la verdad contesté. Los hombres que en vida son silenciosos y reservados, a menudo suelen confiar sus secretos al papel. No creo que Burton lo haya hecho.

Dentro de ella se ocultaba el gran secreto, cuyo conocimiento había transformado en millonario a Burton Blair, el pobre marino sin hogar. Lo que era, ni Mabel ni yo pudimos ni por un momento imaginarnos. Ambos estábamos sin aliento, igualmente ansiosos de cerciorarnos de la realidad. No hay duda, jamás hombre alguno se vio en su vida delante de un problema más interesante o enigmático.

Y ambos quedamos en anhelante expectativa aguardando la aparición del hombre que conocía la verdad del bien oculto pasado de Burton Blair, y el cual, por alguna razón misteriosa, se había encubierto durante largo tiempo bajo el disfraz de italiano.

Por lo menos, es lo que yo supongo. En cierta ocasión lo puse en guardia contra él añadió, pero fue debido a lo que me dijo Dawson, que no eran sino mentiras. Ya he jurado proceder con vuestra Orden como lo hizo Burton Blair.

Luego, volviéndose a , añadió: Ha sido mucha bondad en usted, Gilberto, venir expresamente a despedirse y alargó su delgada mano fría, buscó la mía y la estrechó fuertemente, mientras sus ojos se clavaban en con esa extraña mirada fija que sólo aparece en los ojos de un hombre cuando se encuentra al borde de la tumba. Es el deber de un amigo, Burton respondí con profunda solemnidad.

Burton Blair me lo ha regalado, y por consiguiente es mío declaré. Yo no disputo eso contestó el monje. Pero como guardián del secreto del cardenal, tengo derecho de saber cómo ha venido a sus manos el registro inscripto en las cartas, y cómo ha conseguido usted la clave de la cifra.

La razón que he tenido para venir a molestarlos a esta hora dijo como disculpándose, pero con una misteriosa sonrisa en sus gruesos labios, es que he llegado a Londres esta misma noche, y acabo de saber que, por su testamento, mi amigo Burton Blair ha dejado en mis manos la administración de los asuntos de su hija.

Palabra del Dia

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