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Pasamos una noche triste vagando por las principales calles de Manchester, sintiendo que con la muerte de Burton Blair habíamos perdido un amigo sincero; pero, cuando a la mañana siguiente nos encontramos en el hall del Queen's Hotel con Herberto Leighton, el abogado, y tuvimos una larga consulta con él, el misterio que rodeaba al muerto, aumentó considerablemente.

Apenas se tomaba el trabajo de leer las cartas; no hacía más que examinarlas rápidamente y ponerlas a un lado. Así fuimos registrando un cajón tras otro hasta que vi en su mano un gran sobre azul, sellado con lacre negro, y que tenía el siguiente letrero, escrito por su padre: «Para que sea abierto por Mabel después de mi muerte. Burton Blair.» ¡Ah! murmuró casi sin resuello, ¿qué contendrá esto?

De ambos hablar a nuestro mutuo amigo, Burton Blair, hoy, por desgracia, fallecido exclamó; y lentamente se sentó en la gran silla de brazos de mi abuelo, mientras yo quedeme de pie sobre el tapiz de la chimenea, dando la espalda al fuego para poder verlo mejor.

He aquí, en breves palabras, lo que había sucedido: Burton Blair se había despedido de su hija Mabel, partiendo en la mañana del día anterior de su mansión de la plaza Grosvenor, para ir a tomar el expreso de las diez y media que de Euston salía para Manchester, donde tenía que arreglar algunos negocios particulares, según había dicho.

Si usted me disculpa y permite, señor Greenwood, le diré que pienso que es inútil estemos combatiendo de esta manera, teniendo en vista que yo mucho más de Burton Blair y de su vida pasada, que lo que usted sabe. Aceptado le dije. Blair fue siempre muy reticente. Se consagró a resolver un misterio y consiguió su objeto.

La desaparición o pérdida del precioso objeto, documento o lo que fuese, encerrado dentro de la bolsita de gamuza, que el muerto había conservado tan cuidadosamente durante tantos años, era ahora, por sola, una circunstancia muy sospechosa, mientras las vagas pero firmes aprensiones de Mabel, que no quería o no podía definir, habían despertado en nuevos recelos sobre la muerte de Burton Blair, recelos que me hacían pensar que había sido víctima de una infamia.

El abogado, cuya fisonomía había tomado un aspecto más grave aún, se encogió de hombros sencillamente, y dijo: Debemos, por cierto, aguardar el resultado de la investigación, pero tengo la creencia, por ciertos informes que poseo, de que Burton Blair no ha fallecido de muerte natural.