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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Lo ha sorprendido el color de su cabello, señor viajero; color que no es el que más vemos aquí en Zenda. Dispense el señor balbuceó el mozo, todavía sorprendido. No creí encontrar aquí más que a los de casa. Denle ustedes un vaso de vino para que lo beba a mi salud. Buenas noches a todos, y gracias, señoras mías, por su bondad y su grata conversación.
Así fué que al desembarcar de la galera en la playa de Boyne besé la tierra, porque hacía ya ocho años que no la veía, como os he besado á vos, bella ventera, porque de Boyne aquí apenas si he visto media docena de buenas mozas, y ninguna tan apetitosa como vos.... Pero ¡por mi espada! que esos bribones se han largado con la carga, exclamó lanzándose hacia la puerta. ¡Hola! ¿estáis ahí? ¡Entrad luego, truhanes!
De cerca, no le faltarán otros supuestos, que con títulos algo más sutiles y aparentes se levanten contra ella, aunque por ventura a los unos y a los otros no les falte buena intención, y celo, como muchas veces acontece, que con buenas intenciones pero por falta de mejor enseñanza pensando servir a Dios, sirven al demonio y a sus intentos.
¡Es verdad! repetía el zapatero, poniendo en sus palabras toda la amargura de aquella vida de miseria que venía arrastrando con una familia cada vez mayor, y sin otro auxilio que el trabajo ineficaz. Sagrario callaba, no comprendiendo muchas de las afirmaciones de su tío, pero las acogía todas como buenas, por ser de él, sonando en sus oídos cual música deliciosa.
Participan, es cierto, en más ó en menos de las buenas cualidades, propias de las obras maestras del período más floreciente del teatro español, pero no se distinguen tampoco por ninguna dote característica que les sea peculiar.
Pero Ángel, el autor de aquella novela nonata, en la cual se hilaba tan delgado a propósito de las hijas buenas de madres malas, resultaba, a última hora, pedazo de las entrañas de aquel espectro que parecía no tenerlas para las madres pecadoras, y que la marquesa no podía olvidar, con no haberle visto más que una vez; y con este resultando y aquellas dudas novelescas del mozo, ya el asunto cambiaba de aspecto y de marcha, y hasta cabía pensar en que descarrilara, si el diablo se metía por medio con una de las suyas.
Cosa de lástima fue oír los gritos que las dos buenas señoras alzaron, las bofetadas que se dieron, las maldiciones que de nuevo echaron a los malditos libros de caballerías; todo lo cual se renovó cuando vieron entrar a don Quijote por sus puertas.
Soltero, sin familia, no pensaba sino en sus buenas fortunas por el momento y en su inocente partidita nocturna; pero con todo, desde el día que supo que yo estaba empleado en lo de don Eleazar, se preocupó por mi suerte, y día a día, al verme salir para mi empleo, me decía meneando la cabeza: ¡Amigo, amigo, busque otro destino, mire que esa casa de don Eleazar es peligrosa!
Ya verá usted qué buenas amigas hacemos. ¿Por qué no? Usted no sabe lo que son artistas, lo que es vivir para el arte, y despreciando las pequeñeces de la vida de pueblo y de la moral corriente. ¡Valiente moral!
Hablaba mucho y se escuchaba a sí propio, con lo cual nunca le faltaba auditorio. También era el único representante de su partido en Villamar; así como el médico que había reemplazado a Stein lo era del justo medio. La pandilla del cura, de Rosa Mística y de las buenas mujeres, como la tía María, estaba por las ideas antiguas. La de Ramón Pérez y otros cantarines no tenía color político.
Palabra del Dia
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