Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de julio de 2025
Del tablado, de los techos, de los balcones, de toda la plaza, miles de voces la incitaban al arrepentimiento; pero muchos, que deseaban verla quemar en el brasero sin que fuese antes estrangulada, protestaban a gritos.
Sentáos, sentáos, pues, señora; y vos también, padre Aliaga; nadie nos ve; yo entro y salgo, merced á ciertos pasadizos, sin que nadie me vea, y estamos completamente libres de la etiqueta. Todos se sentaron. El rey, que era muy sensible al frío, removió el brasero. ¡Qué invierno tan crudo! dijo ; aseguran que hay miseria en los pueblos; ¡pobres gentes! Y volvió á revolver con delicia el brasero.
Dejó doña Clara la pluma y luego la mesa, y fué á sentarse junto al brasero entre su marido y Quevedo. ¡Vive Dios! exclamó Quevedo , que estoy viendo en vos una experiencia, doña Clara. ¡Una experiencia! ¡Sí pardiez! los ojos y la razón engañan. Explicáos. ¡Si sois más doncella hoy que ayer! dijo Quevedo mirando de una manera profunda á doña Clara. Púsose la joven vivísimamente encendida.
De pronto, después de breve silencio, sus ojos se llenaron de claridad y respondió con viveza. Sí, tal. Ya le tengo. Conozco a vuesamerced, y doy, desde luego, por seguro, que habrá escogido con acierto replicó entonces el hidalgo, acostándose, casi, en el sillón y estirando hacia el brasero sus piernas metidas en calzas de velludo pardo.
Don Eugenio pertenecía a la Milicia Nacional, y aunque tomaba sus bélicas ocupaciones con tibio entusiasmo, no por esto dejaba de preocuparse del honor de la «tercera de Ligeros». Cuando era preciso se calaba el chacó, martirizaba el pecho con el asfixiante correaje, y servía a la nación y a la libertad, yendo a pasar la noche en el Principal, donde comía melones en verano, se calentaba al brasero en invierno, en la santa y pacífica compañía de algunos otros comerciantes del Mercado, que, olvidándose de la marcialidad de su uniforme, pasaban las horas de la guardia hablando de las fábricas de Alcoy o del precio del azúcar y de la seda; todo esto sin perjuicio de faltar a la ordenanza, abandonando el puesto con frecuencia para dar un vistazo a sus casas.
Don Juan salió suspirando de aquel dormitorio tan blanco y tan puro, pero enorgullecido por su mujer, porque la atmósfera de aquel dormitorio había venido á ser para don Juan un testimonio de la valía de doña Clara. Sentáronse entrambos jóvenes de nuevo, el uno en un extremo, y en otro extremo el otro, de la ancha tarima del brasero.
Metiéndose bajo la camilla escarbó doña Manuela el brasero, arropó el rescoldo y, designando luego el puesto que había de ocupar cada cual en la cena, dijo: Tú aquí, papá donde siempre, a su lado Pepe, luego yo, y Millán junto a tí; ¿te parece bien? Leocadia, ocupada en sacar del aparador una botella de tinto y otra de Rueda, blanco, hizo como si no hubiese oído.
Pero ahora ya no hacía calceta, ni aparecía dentro de sus ojos patiabierta ante el brasero, echando firmas en la lumbre; la veía en el cielo, justamente ganado con sufrimientos y miserias, vestida de blanco, como van los bienaventurados, y desde allí, asomándose a una ventana de nubes, lanzaba una sonrisa como una bendición sobre los dos jóvenes, que parecía decir: «Gracias, Micaela; cuídamela, sacrifícate un poco más, no la abandones hasta verla esposa de Juanito, que es un buen muchacho.
Mientras me hablaba así y yo le respondía dando vueltas por el gabinete, se pegaba al brasero como la zarza vieja a la grieta del peñasco, y no dejaba en paz a la badila pareciéndole poco el calor que le daban las ascuas en reposo.
Volvieron el rostro al cafetín, y como personajes de tragedia, lanzaron una eterna maldición sobre la cabeza de Espantagosos, un ladrón que, al quedarse sin dinero dos hombres honrados, les echaba a la calle sin más miramientos. El humo de la falla, denso y pegajoso, les hizo toser; pero se detuvieron ante el rescoldo enorme como un brasero de gigantes.
Palabra del Dia
Otros Mirando