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Actualizado: 5 de julio de 2025
Lavoteándome estaba aún para buscar por este medio una reacción consoladora, cuando entró Facia de puntillas por creerme todavía durmiendo, con el brasero que había sacado del gabinete por la noche, según costumbre, antes de acostarme yo. Viéndome levantado, me dijo que se alegraba, porque tenía que darme una noticia, y no buena. Pensé que se trataba de mi tío, y me alarmé.
Os espero esta tarde en el convento de Atocha dijo el padre Aliaga al bufón. Iré dijo el tío Manolillo. El padre Aliaga hincó una rodilla en tierra y besó la mano al rey. Después salió. ¡Es muy singular la historia que nos has contado, Manolillo! dijo el rey. Tan singular, que me ha hecho daño el contarla y me ahogo en la cámara; es demasiado fuerte ese brasero y hace aquí calor.
¿Habéis cerrado ya, doña Juana? dijo el rey, después que hubo removido á su placer el brasero y colocádose en la posición más cómoda que pudo. Sí, señor. ¿Es decir, que no puede escucharnos nadie? Nadie, señor. Sentáos. Sentóse la duquesa, pero en una actitud respetuosa y á corta distancia del rey.
Entre tanto Quevedo, atravesando callejones y galerías, se entró en el aposento de doña Clara Soldevilla. Don Juan se calentaba al brasero y doña Clara escribía. Consuela este olor dijo Quevedo entrando. ¡Ah, mi buen amigo! dijo don Juan. ¡Ah, don Francisco! exclamó doña Clara : ¿de qué olor habláis?
21 Y envió el rey a Jehudí a que tomase el rollo, el cual lo tomó de la cámara de Elisama escriba, y leyó en él Jehudí a oídos del rey, y a oídos de todos los príncipes que junto al rey estaban. 22 Y el rey estaba en la casa de invierno en el mes noveno, y había un brasero ardiendo delante de él;
Palabra del Dia
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