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Actualizado: 4 de noviembre de 2025


A pesar de sus baladronadas políticas y de su aspecto feroz, Juan Bou, el ursus spelæus, era lo que vulgarmente se llama un infeliz, un buenazo, un alma de Dios. Tenía corazón tierno, bondadoso y sensible, y no podía ver una desgracia sin tratar de aliviarla.

Los campos estaban perdidos; había allí mucho que hacer; pero ¡cuando se tiene buena voluntad!... Y desperezándose, este hombretón recio, musculoso, de espaldas de gigante, redonda cabeza trasquilada y rostro bondadoso sostenido por un grueso cuello de fraile, extendía sus poderosos brazos, habituados á levantar en vilo los sacos de harina y los pesados pellejos de la carretería.

Me ha dicho que la acusación contra mi padre es absolutamente falsa; que, al contrario, fue el más bondadoso y mejor amigo de ese hombre, y que, en reconocimiento de esto, el italiano le regaló la pequeña bolsita de gamuza con las cartas cifradas.

Pero, señora, comprenda usted que del 22 a aquí van ya dos días de prórroga y la ley no exige... Caballero, sea usted bondadoso. No puede ser... En dos días más... Siguió la porfía, hasta que el prestamista declaró, levantándose, que si al día siguiente, a la misma hora, no le entregaban los treinta mil nacionales, iría con la letra protestada a ver a don Bernardino Esteven.

Su tez tenía matices de cera, y a trechos manchas hepáticas; sus ojos parecían pálidos y grandes respecto de su cara enflaquecida. Pero, bruto exclamó la Tribuna con bondadoso acento , estás sudando como un toro y te plantas aquí entre puertas, en este pasillo tan ventilado... para coger la muerte.

Permaneció inmóvil, con su mirada fija en el grupo. «¡Vas á cometer un disparate!», gritaba una voz en su interior. Y pasó por su memoria la imagen del duro Saldaña, bondadoso y tolerante con los débiles, como todos los que están seguros de su fuerza.

Aquella mujer resultaba incomprensible. Al marido fiel y bondadoso apenas lo nombraba, como si su matrimonio hubiese sido de algunos días; y en cambio, de aquel calavera que tanto la hizo sufrir habíase forjado después de muerto una figura ideal, y ya que no de sus virtudes, hablaba a todos de su talento, pintándolo como un sabio ilustre, cuya ciencia no había podido apreciar el mundo.

Enterado inmediatamente de que yo era el novio de Gloria y la especial situación en que nos hallábamos, me mostró simpatía algo pegajosa. Iba a buscarme para salir de paseo, tomaba café conmigo y con Villa y cuando salíamos de casa de Padul, nunca dejaba de acompañarme hasta la mía. Era bondadoso y simpático; pero tenía el aturdimiento y la petulancia de un adolescente.

Mi hermana me decía, señor cura, que deseaba, sobre todo, encontrar un cura que no fuera ya joven, ni triste, ni severo, un cura de cabellos blancos, y aire bondadoso y tranquilo. Y vos reunís todas esas condiciones, señor cura. No podíamos haber encontrado nada mejor. Escuchad, os ruego, mi modo de hablar.

Vivía en un pueblo cercano, casado con la mujer que le impulsó a matar por vez primera, rodeado de hijos, paternal, bondadoso, fumando cigarros con la Guardia civil, que obedecía órdenes superiores, y cuando a raíz de alguna hazaña había que fingir que le perseguían, pasaba algunos días cazando en el monte, entreteniendo su buen pulso de tirador.

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