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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
Un cuarto de hora después Juan de Andueza, que había dejado su caballo a la puerta del lupanar, salió para sacar cigarros de la bolsa del pellón, y de una manera inconsciente dirigió la mirada hacia el mar.
¡Muera entonces el perro morisco! volvió a gritar San Vicente. Hablad más quedo, señor regidor; no sea que os preste ayuda la ronda. No la he menester. Pues busquemos, si os place, algún sitio más apartado, donde el rumor de las espadas no haga asomar a alguna dueña pensando que es el oro de vuestra bolsa. Vamos donde gustéis.
Cada escuela podrá traducir este hecho á su modo, dejándose llevar de sus recuerdos, de sus aficiones ó de sus intereses; pero la existencia de aquel hecho, tan capitalmente trascendental, es indisputable. Voy á decir ahora dos palabras sobre los monumentos citados en el sumario de este dia, dando principio por el palacio de la Bolsa. Nada tengo que oponer acerca de la magnificencia del edificio.
Salió una mano por la reja, y tomó la bolsa. Ahora, ábreme dijo don Pedro. ¡Ah, no! ¡no, señor! exclamó vivamente Esperanza. ¡Ya, ya te entiendo! ¿Te parece poco el diamante y el bolso, ó temes que pueden ser falsos? No; no, señor, es que soy una doncella honrada. Oye, acaban de dar las ánimas; desde aquí á las doce de la noche van cuatro horas; ¿puedes tú bajar á las doce á esta reja?
El Concejo se alborotaba con esta disposición absurda del monarca, sobradamente bondadoso, y el regidor Febrer solucionaba el asunto con la autoridad de su nombre. «Archívese la pragmática; se acata, pero no se cumple. ¿Para qué necesitan los chuetas tener dignidad como cualquiera de nosotros? Con tal que no les toquen la bolsa o la mujer, se dan por contentos.»
Estas dos varias sociedades que se disputan el señorío de Paris, el giron de un mundo que ha caducado ya, y el otro giron de un mundo que no se ha organizado todavía, están simbolizados en dos edificios: Luxemburgo y la Bolsa. Luxemburgo es el monumento del privilegio y de la renta. La Bolsa es el templo del movimiento, de la creacion y del cambio.
Entre usted, amigo don Raimundo le decían. Luego, luego contestaba, es la hora de levantar la caza y no quiero asustarla. De allí marchaba de nuevo al Palacio de Gobierno y otra vez al Cabildo, para volver a ponerse de facción en la Bolsa. ¿Ha visto usted a S *? preguntaba. Acaba de entrar.
ii Por lo dicho se habrá comprendido que el Delfín era un hombre enteramente desocupado. Cuando se casó, hízole proposiciones don Baldomero para que tomase algunos miles y negociara con ellos, ya jugando a la Bolsa, ya en otra especulación cualquiera. Aceptó el joven, mas no le satisfizo el ensayo, y renunció en absoluto a meterse en negocios que traen muchas incertidumbres y desvelos.
La primera y más importante era el temor de que Rosa descubriese su atentado, pues desde aquel día ni le dirigió la palabra ni siquiera le miraba, lo cual podía llamar la atención de su padre, y por ahí venir en conocimiento de lo sucedido. Otro temor era, como ya hemos dicho, el de perder el dinero prestado o el de verse obligado a abrir la bolsa de nuevo.
Yo le manifesté que deseaba me llevase como escudero; mas él dijo que no tenía con qué pagar mis servicios, porque su bolsa no estaba en disposición de atender a gastos de servidumbre, y que harto se congratularía de llevarme como compañero y amigo.
Palabra del Dia
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