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Actualizado: 25 de julio de 2025


Como todo el mundo ha perdido en la Bolsa este mes, nada habría de extraño que Quilito diera su tropezón también... Te digo que algo ha ocurrido allí. ¡Jesús!

El cigarro en la boca y el junco cimbreño en la mano, entraban en la Bolsa las dos primos, atropelladamente, asaltando los grupos, codeando a todo el mundo, en dirección a la pizarra, a ver la cotización de los valores: hacían un gesto, lanzaban una exclamación, y con el lapicero tomaban rápidamente apunte. ¿Qué te parece, ché? ¡El oro ha subido diez puntos!

Apenas salió, cuando Sancho dijo al ganadero, que ya se le saltaban las lágrimas, y los ojos y el corazón se iban tras su bolsa: -Buen hombre, id tras aquella mujer y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella. Y no lo dijo a tonto ni a sordo, porque luego partió como un rayo y fue a lo que se le mandaba.

Esto es el dinero de los poetas; no se le puede tocar. Y el dormitorio volvió a quedar desnudo. Pero mientras que duró el dinero de los poetas, los que han acudido a Mistral han encontrado abierta su bolsa... Me había yo llevado a la alcoba el manuscrito de Calendal, e instele para que me leyera otro pasaje antes de dormirme. Mistral eligió el episodio de la loza.

Y si lo dudaba Juanito, que mirase a López, ése cuya señora era amiga de la mamá. Pues el tal López no tenía un céntimo, pero metió la cabeza en la Bolsa, y ahora no se dejaría ahorcar por ochenta mil duros, ni por cien mil.

Por eso quería hacerse rico de prisa, para tener algo que ofrecer a la novia y con qué amansar a los padres: la lotería, la Bolsa y la timba de clubs y cafés, todo lo ponía a contribución; hasta entonces su estrella seguía nublada, pero el gran día llegaría... porque forzosamente tenía que llegar. Entretanto, ¿a dónde iba? Por la tarde debía encontrarse en Palermo: ella estaría.

Si lo hubiese hecho, en balde hubiera pedido otro, porque mi padre no estaba tan dispuesto para desatar los cordones de su bolsa como otros padres que yo conozco. Pero es preciso que éstos cambien de tono, es imprescindible. A causa de las hipotecas y de los pagos retrasados, estoy tan falto de dinero como un mendigo. Y ese tonto de Kimble dice que los diarios hablan de pago.

La mejor jugada es no jugar contestaba. No insistía porque, al fin y al cabo, Jacinto iba a la Bolsa de su cuenta y riesgo, y tenían además las espaldas bien guardadas, pues detrás de la razón social estaba la robusta fortuna de don Bernardino. Antes de la una, salía Jacintito para la Bolsa, después de charlar en el escritorio con los amigos y discutir con míster Robert.

La niebla se hacía más espesa y la fachada de la Bolsa adquiría extraño aspecto, detrás de aquella cortina de tules; míster Robert creía ver en los huecos de las columnas, en el borde de las cornisas y sobre el marco de puertas y ventanas, urnas cinerarias y fúnebres inscripciones, antorchas volcadas y figuras de buhos solitarios, el conjunto, en fin, de las tristes alegorías de los comenterios.

Por santa obediencia se resignó á entrar en el estanco, y no pude menos de soltar la risa, cuando observé la cara de vinagre que mi mujer puso al ver los dos francos en el mostrador. ¡Lástima de dinero! dijo furtivamente, y nos dirigimos á la Bolsa.

Palabra del Dia

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