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Actualizado: 25 de julio de 2025


No creo que haya ninguno entre ellos que quiera comprar con el precio de su sangre un dinero que se gana tan fácilmente en la Bolsa. Pero tal vez halléis alguno que por abnegación y cariño... ¿Abnegación y cariño entre estas gentes? ¡Creo que os burláis, doctor!

El precio nos pareció sumamente arreglado, resolvimos comer allí, tomamos nota de la calle y número de la casa, y caminamos hácia la plaza de las Victorias. Mi mujer hizo provision de hilos, sedas, agujas y trencillas; nos dirigimos á la Bolsa con el fin de aproximarnos al restaurant de la calle Montmartre, atravesando el pasaje que llaman de Vivienne, nombre que toma de la calle en que está.

Ya iba el usurero, como quien por el sedal busca el pez, a preguntar de dónde vino el hallazgo del billete, para introducir al punto la petición de su bolsa perdida, sus papeles y apuntamientos: tal iba a preguntar, cuando de pronto o como viniendo de los cercos huertos, se dejaron oír las puntadas más blandas y dulces, y el instrumento más celestial que aquellos habitadores habían oído; tal era la extrañeza y la dulzura de la música.

El primer monumento que el viajero visita en Lyon es el Palacio de las Artes en el cual se encuentran los museos de antigüedades, de pintura, de escultura, de historia natural y de geología y mineralogía, así como el salon provisorio de la Bolsa.

Día y noche estaba el insigne cacique atravesado en la carretera, y a cada viaje la elección de Cebre se presentaba más dudosa, más peliaguda, y Trampeta, desesperado, vociferaba en el despacho del Gobernador que importaba desplegar fuerza, destituir, colocar, asustar, prometer, y, sobre todo, que el candidato cunero del gobierno aflojase la bolsa, pues de otro modo el distrito se largaba, se largaba, se largaba de entre las manos.

El otro era un guapo chico, rubio, sonrosado, de barba rala e incipiente, ojos azules y húmedos, los labios siempre plegados con sonrisa tierna y humilde, los ademanes respetuosos sin ser encogidos. Había nacido en Cuba de una familia opulenta, que después se arruinó en el juego de Bolsa al establecerse en España.

Mira, si hicieras lo que yo, no tendrías esa cara; te has metido en la Bolsa, y me parece que te han pegado una soba... no lo niegues; ¡si yo que tenías a Jacintito de compañero, y Jacintito ha salido disparado... bueno, ya te enojas otra vez! no te diré nada.

Además de la administración de Reynoso y Escudero tenía alguna otra y se ocupaba en negocios como agente privado. Menos a la Bolsa, a todas partes se hacía acompañar por su esposa que estaba ya enterada de bonos, pagarés, cheques, talones y resguardos como un consumado zurupeto.

¡Ya lo creo, divertidísimo!... Ver las caras tan cómicas de esa pobre gente cuando se les pone al pecho el puñal de la caridad. ¡La bolsa... o el ridículo!... Y entregan las pobrecillas la bolsa y se quedan también con el ridículo. ¿Me traerá usted otra tarde, condesa?... , hija mía, con mil amores... Pero no me llames de usted, háblame de , dime Curra... ¡Vamos, que no soy tan vieja!...

Pero como entre ellos figuraban corredores de Bolsa, que se veían gravemente comprometidos de no proceder inmediatamente contra el deudor, en el cortejo fúnebre se hablaba de embargo, añadiendo que tal vez a aquellas horas estaría el Juzgado haciendo el inventario de la tienda. Y era verdad.

Palabra del Dia

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