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De ti maltratada he sido Con el desdén recebido; De mi marido, de celos, Porque me han dado los cielos Mal galán y peor marido. Y pues que por ti me dan, No admitiendo tu consejo, Vida que de vivir dejo; Ya que no como a galán, Como a mi padre me quejo. Esas camisas labradas Te envio, mal acabadas Por hacellas con secreto; Que llevan, yo te prometo, Más lágrimas que puntadas.

Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho. El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla.

Cuanto ganaba Kassim, no obstante, era para ella. Los domingos trabajaba también a fin de poderle ofrecer un suplemento. Cuando María deseaba una joya ¡y con cuánta pasión deseaba ella! trabajaba de noche. Después había tos y puntadas al costado; pero María tenía sus chispas de brillante.

Ya iba el usurero, como quien por el sedal busca el pez, a preguntar de dónde vino el hallazgo del billete, para introducir al punto la petición de su bolsa perdida, sus papeles y apuntamientos: tal iba a preguntar, cuando de pronto o como viniendo de los cercos huertos, se dejaron oír las puntadas más blandas y dulces, y el instrumento más celestial que aquellos habitadores habían oído; tal era la extrañeza y la dulzura de la música.

Las puntadas de ella y las morcillas y longanizas que sabe hacer su madre no bastan para costear levitas a los caballeros, y para seguir emperejilándose con ricos trajes y mantillas de madroños, como dicen que en Madrid van a los toros las damas de alto copete y las majas de rumbo.

Máximo Juncal, el médico, recién salido de las aulas compostelanas, soltó varias puntadas sobre política, y también malignas pullas referentes al grave escándalo que a la sazón traía muy preocupados a los revolucionarios de provincia: Sor Patrocinio, sus manejos, su influencia en Palacio.

Diga usté que no sabe coser por lo fino..., ni esta tarascona de mi hermana.... ¿Lo ve?... Lo mismo coge la aguja que las trentes. ¡Tisana, qué camisa me está cosiendo!... ¡Á ver si das más cortas esas puntadas!... ¡El demonio del renacuajo!... ¿Cuándo soñaste en gastar levita? ¡Después que me llevo mes y medio sin pegar el ojo por servirle á él!... Madre, yo no coso más.

Pero las horas volaban, y era preciso decidirse. Cuando Andrés acabó de leer la carta, su único amparo al dejar su patria, y á vueltas de algunos halagüeños comentarios que se hicieron sobre aquélla, la pobre mujer, á quien ahogaba el llanto, mandó entrar en casa á su hijo para que su hermana le limpiara la ropa que llevaba puesta y se la guardara, mientras ella daba las últimas puntadas á una camisa.

Sus cañones del tamaño de casas, sus fusiles y ametralladoras, que lanzaban plomo con la misma rapidez que una máquina de coser da puntadas, podían suprimir instantáneamente las manifestaciones femeninas, por numerosas que fuesen. Además, la mujer, acobardada por tantos siglos de servidumbre, tenía miedo á los procedimientos de violencia.

Que tal es mi suerte pecadora, que á donde yo voy va la desdicha, y el bien que hago sangre y lágrimas me cuesta. Os debemos, sin embargo, demasiado. Quédanse las cosas como se estaban, y no podía suceder de otro modo; que tal anda ello, que el gobierno es como capa vieja á quien se la va el remiendo que se la ha puesto, por las puntadas.