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A Dios gracias no falta el pan, y los días de la vejez los tendré asegurados. Como es usted soltero replico el ayuda de cámara , no tiene que pensar en nadie. Pero yo tengo familia. Por eso pienso entregarle el dinero a ese buen señor que va a la Bolsa, y algo me producirá. Es una buena idea, señor Fernando dijo el marmitón . Cuando vaya usted, llévele mis cuarenta francos.

Este tan grande embelesamiento dió lugar a Cortado que concluyese su obra, y sutilmente le sacó el pañuelo de la faldriquera, y despidiéndose del, le dijo que a la tarde procurase de verle en aquel mismo lugar, porque él traía entre ojos que un muchacho de su mismo oficio y de su mismo tamaño, que era algo ladroncillo, le había tomado la bolsa, y que él se obligaba a saberlo, dentro de pocos o de muchos días.

Y vea usted cómo han fallado mis cálculos: en la Bolsa, la suerte siempre de espaldas, y en el club; hasta la lotería... mi número sin querer salir... Del cajón de la mesa sacó un puñado de billetes de lotería, arrugados, que arrojó al suelo.

Estaba en verdad bien enamorado aquel caballero. ¡Feliz el hombre que, como él, no ha tenido más amor que el de su esposa! Don Germán Reynoso era hijo de un agente de Bolsa. Cuando sólo contaba seis o siete años, su padre, por virtud de algunas operaciones desgraciadas, quedó arruinado.

Estos pensamientos me quitaban el valor de quejarme y me han proporcionado el de sostener la prueba hasta el fin. Podía en efecto abreviarla. Hay aquí dos ó tres restaurants en que me conocen y donde, cuando era rico, he entrado sin escrúpulo, aunque hubiese olvidado mi bolsa. Ahora podía hacer lo mismo.

Por único consuelo se daba como un desesperado a la borrachera de su segunda ambición, y tenía la corona de marqués hasta en los faldones de la camisa; pero el afán de sostener este nuevo lustre de clase, así como su crédito en la Bolsa, le costaba enormes dispendios que le hundían en mayores abismos. Así fue tirando hasta que triunfó la revolución de septiembre.

Mi pensamiento era una especie de torre de Babel. En mi continuo trato con toda clase de gentes sólo había encontrado una verdad. Que nuestro hombre y nuestra mujer no existen. O, precisando más la frase, que nuestro amigo y nuestra amante son dos fantasmas soñados por nuestro deseo. Sin embargo, muchos hombres me han ofrecido su bolsa y su vida, y muchas mujeres su cuerpo y su alma.

El calabrote está en la calle del Clavel manifestó Relimpio con el aplomo de un agente de Bolsa, que tiene en la memoria las colocaciones de fondos realizadas en todo el año. Es verdad... ¿Y el brillante? También, hija. ¿No te acuerdas? Lo llevé el mes pasado. Del Monte ha de haber cinco papeletas. Justo, cinco... Hay además ocho...

Floripond, dijo que había visto a Iselda poner la caja de lápices en la bolsa de Leonor.

La Bolsa de Londres es el termómetro infalible del crédito, de todos los gobiernos y de los grandes bancos del mundo, del movimiento general de la política, de las fluctuaciones de los cambios y del valor de la moneda, así como de la popularidad de las empresas mas notables.