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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
¡Ay, Dios!, quién; ¡Ay, Dios!, quién un sol no deja por besar con blanda queja de su bien una mano por la reja. Tú, clavel; tú, clavel, con tus dos soles me hallarás en tus crisoles, el más fiel de los nobles españoles.
No lo puedo olvidar; amanecía y el sol, de luz en lágrimas deshecho, hasta la alcoba penetrar quería y besar su cadáver en el lecho. ¡Pasó como las nubes del estío! después ¡la realidad...! una mortaja... un cuerpo inerte, inanimado, frío, que encierran sin piedad en una caja...
Una deliciosa brisa, saturada de la belleza y la poesía de la mañana, bajó al jardín, muy despacito, después de besar en silencio la ventana de Carmen; a su paso, todas las flores hicieron a compás una graciosa reverencia.... Se prendió en los cielos el primer rayo de sol y Carmen abrió los ojos.
Quintanar no tenía valor para subir a su casa. No quería llamar. «Iban a abrirle, iba a salir ella, Ana, a su encuentro, se atrevería a sonreír como siempre, tal vez a ponerle la frente cerca de los labios para que la besara.... Y él tendría que sonreír, y besar y callar... y acostarse tan sereno como todas las noches.... Tomás debía comprender que aquello era demasiado...».
Y el primero que llegó, que era un alcalde viejo, aunque él le dio a besar la cruz bien delicadamente, se abrasó los rostros y se quitó presto afuera. Lo cual visto por mi amo, le dijo: "¡Paso, quedo, señor alcalde! ¡Milagro!" Y ansí hicieron otros siete o ocho, y a todos les decía: "¡Paso, señores! ¡Milagro!"
Me dieron tentaciones de bajarme y besar el suelo porque ella, sin duda, lo había pisado. Todo me parecía en aquel lugar digno de respeto y aun admiración; hasta un cromo bastante malito que representaba a Jesús abriéndose el pecho con las manos y mostrando un corazón de color de chocolate con la cruz encima y ardiendo en llamas de huevo con tomate.
Todo lo cual ansí hecho, y visto por los caciques las grandes injurias que les hacia, todos se inclinaron á le besar los piés y á le dar grandes gracias. Todo lo cual oido por los caciques, dijeron que ansí lo harian y que los decia lo que era bueno. Y ansí el Inca los despidió, y ellos, haciendo su acatamiento, se salieron y se fueron.
Entonces empezaron a danzar en su fantasía los sucesos todos de la jornada: el caballejo que estuvo a punto de hacerle besar el suelo, la cruz negra que le causó escalofríos, pero sobre todo la cena, la bulla, el niño borracho.
Era el rostro como de marfil, tocado de manchas vinosas en el hueco de los ojos y en los labios, y las cejas parecían aún más finas, rasgueadas y negras de lo que eran en vida. Dos o tres moscas se habían posado sobre aquellas marchitas facciones. Segismundo sintió nuevamente deseos de besar a su amiga. ¿Qué le importaban a él las moscas? Era como cuando caían en la leche.
Hubo un instante en que ambos permanecieron inmóviles mirándose a los ojos. Al fin García se dirigió con paso precipitado a la puerta. Antes de traspasarla se volvió y con los ojos llenos de lágrimas le dijo: ¡Que no te tome Dios en cuenta, Tristán, la injusticia que estás cometiendo! Tristán sólo entró en el comedor para despedirse de su mujer y besar a su hijo.
Palabra del Dia
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