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Actualizado: 5 de junio de 2025
Pensando como se ha visto, llegó Bermúdez a su despacho; y manoseando la correspondencia que el ama de llaves había dejado sobre su pupitre mientras andaba él a caza de los secretos de Nieves, topó con una carta que traía el sello de la administración de correos de Villavieja. Alegrose mucho de ello, y se sentó para leerla con toda comodidad, porque prometía, por el bulto, ser bastante larga.
Terminadas sus obras en Granada, y tras una corta residencia en Sevilla, Duque Cornejo se trasladó á Córdoba, en cuya Catedral labró la sillería del coro y los púlpitos, con gran esmero y cuidado. Allí siguió residiendo el artista, que muy anciano falleció en dicha ciudad el año 1757, según apunta Ceán Bermúdez.
No pasaba todavía el hijo del boticario de ser un tertuliano satisfecho y un amigo diligente y afectuoso de los señores de Bermúdez, para andar con ellos por los caminos trillados en que se le ponía para que anduviera; pero esto solo, que en absoluto parece tan poca cosa, en un hombre como él acusaba unas modificaciones internas de mucha hondura.
Gracias, mi señor don Alejandro contestó el boticario desde el fondo de su corazón. Eso ya consuela mucho, ¡caray si consuela! Y declarado esto continuó Bermúdez voltejeando a la vez por el gabinete, porque seguía nervioso y espeluznado , le declaro además que no es tan fácil como parece la tarea de decirle a usted todo lo que desea saber. ¡Es posible? Sí, señor: como que es cierto.
¿Pero has notado qué tema el de esa chica? díjole aquélla en cuanto pisaron los dos el suelo de la calle . ¿Por qué le tiene? Porque es una tarasca respondió Bermúdez , que se alampa por novio y quiere que le cuelguen ése. Y lo que supone de él... y de mí, ¿de dónde sale y por qué lo dice ella?
No parecía sino que iba a una visita de duelo, y que intentaba conocer el estado de los ánimos para acomodar al de ellos el temple del suyo propio. ¿Cuándo se había visto cosa igual en el despreocupado comandante? Hoy nos quedamos sin paseo, don Claudio habló Bermúdez sin quitarle ojo para no perder el más mínimo gesto de su amigo ; digo, me quedo yo.
Bermúdez, en cuanto se sintió solo, se sentó sobre la yerba. Un encuentro a solas con cualquiera de aquellas señoras y señoritas en un bosque espeso de encinas seculares, le parecía una situación que exigía una oratoria especial de la que él no se sentía capaz. Y, sin embargo, ¡qué deliciosa podría ser una conferencia íntima con Obdulia o con Ana sobre la verde alfombra!
Como quieras, volvió a decir Nieves con el mismo ademán y el mismo gesto de antes, pero algo más descolorida y emocionada. Pues allá va en plata de ley añadió Bermúdez, no muy sereno tampoco . Entre ese muchacho y tú ha llegado a desenvolverse un... vamos, un afecto, digámoslo así, más... más hondo, más fuerte que el de la amistad...
Yo tendré siempre le respondió Bermúdez afablemente , el mayor gusto en servirle en cuanto pueda, señor don Adrián: no lo dude usted un momento. No lo dudo, señor don Alejandro replicó el otro . Y voy, en prueba de ello, a la súplica.
Bermúdez volvió a Vetusta; Visitación, Obdulia, Edelmira, Paco y Mesía se quedaban. Mientras abajo se trataban a gritos y con idas y venidas tan arduas materias, Edelmira, Obdulia, Visita, Paco y Joaquín corrían como locos por el corredor del primer piso.
Palabra del Dia
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