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Actualizado: 9 de junio de 2025


¡Ah! ¿pero es posible?... ¡Pobre amiga mía!... ¡Pobre amada mía! ¿Cómo no me lo habías dicho antes? Beatriz le contó entonces brevemente lo que había pasado aún no hacía un año entre ella y la baronesa de Montauron, el juramento que ella empeñara, juramento que la muerte rompía ahora. Y aun cuando hubiese podido comunicarte mi secreto, no lo hubiera hecho... te conozco.

Al inexorable mandato acudió inquieto y receloso Pierrepont, porque bien, le decía su claro instinto que su tía iba a ponerlo, sin escape alguno, entre la espada y la pared. ¡Amigo mío! rompió la baronesa con aire de triunfo , me parece de más preguntarte si te has decidido.

Es un dolor verle sufrir así... Sería necesario que alguien le persuadiera de que se alejara... Y estas palabras iban encaminadas directamente a la joven desconocida; pero como ésta no contestara, la Baronesa propuso: ¿Por qué no ponen por lo menos el cadáver sobre la cama?

En virtud de estas diversas consideraciones, la belicosa conferencia entre la baronesa y la lectriz iba a tomar un sesgo bastante imprevisto, aunque perfectamente femenino.

Verdad es que la vida un tanto estrecha que las circunstancias obligaban a llevar a aquél, mortificaba grandemente la altivez de la vieja baronesa, pero, así y todo, no se resolvía a tomar sobre la obligación de mejorarla en algo mediante cualquier leve sacrificio impuesto a sus comodidades personales.

Roger y Tristán, que se habían detenido á algunos pasos de distancia del arquero, vieron que la baronesa palidecía y que su esposo se sonreía satisfecho. Ya véis, señora mía, dijo, que no quieren dejar tranquilo al viejo lebrel cuando se preparan á levantar la caza. ¿Qué me dices, arquero, de esta Guardia Blanca de que aquí me hablan?

Y poniendo en este homenaje un respeto profundo que corregía su tono atrevido, la joven se inclinó delante de Liette conquistada y encantada. Puesto que está hecho el conocimiento por este lado, permítame usted que le presente a mi vez el capitán Raynal, señora baronesa dijo la empleada dirigiendo una amable sonrisa a la linda niña.

¡Ah! prosiguió la baronesa haciendo seña a la huérfana de que se sentara de nuevo, y cual si de pronto hubiera venido a su memoria un detalle olvidado por azar... Aun tengo que decirte algo... por más que la precaución sea inútil... Al dejarte entera libertad en la elección del hombre que escojas para marido, queda dicho, sin embargo, que hago una excepción: mi sobrino Pedro.

Tres o cuatro hermosas jóvenes se apearon, sosteniendo con sus manos las colas de sus vestidos, que por aquellos tiempos se tenía el buen gusto de llevar más largos que ahora, y presentaron sus frentes a los besos de la baronesa, mientras que otras en cortos y ligeros trajes de mañana se precipitaron detrás de las primeras, agitando con triunfal aire diminutas redes que esparcieron por el salón acre olor a pescado y a fango.

La baronesa de Rag, una belga de pelo castaño y ojos claros, bastante gruesa, preguntaba a Osorio los nombres de los objetos que había sobre la mesa. Hacía poco tiempo que estaba en España y apetecía con ansiedad conocer el castellano. Clementina y el barón hablaban en francés.

Palabra del Dia

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