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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Hay un soltero aquí... un pretendiente... un pretendiente... ¡Krakow! le digo, todo turbado; ¡no se burle así de un viejo gruñón como yo! Y la baronesa salva la situación, diciendo con expresión graciosa: No tema nada, barón; nosotras, las madres, hace diez años que lo hemos abandonado a usted como incurable. ¡Pero bien podría dejarse ver, a pesar de todo! aúlla el viejo. Al fin, llega ella...
¡Nuestra pobre amiga! exclamó otra vez la Baronesa, tendiéndole la diestra, cual si quisiera confortarle, infundirle valor. ¡Quién lo habría dicho!... ¿No parece un sueño?... ¡Pobre, pobre amiga!... Matarse así... Pero el joven se repuso, y avanzando un paso más dijo con fuerte voz: No. Un movimiento de inquietud y estupor pasó por entre los presentes.
Es guapa, pero orgullosa decía la baronesa tronada, que tenía a su marido y a su hijo enamorados en vano de la sobrinita. No fue Ana quien apresuró su resolución, como esperaba Frígilis; fueron las tías que descubrieron un novio para la niña. El nuevo pretendiente era el americano deseado y temido, don Frutos Redondo, procedente de Matanzas con cargamento de millones.
Bien vienes, Roger, dijo alborozado apenas divisó al joven. Confieso que no soy muy fuerte en achaques de escritura, y aquí me tienes sudando para contar á mi señora la baronesa muchas cosas que quiero decirle, con unos garabatos que se empeñan en no salir derechos y que no los entenderá ella, ni tú, ni yo mismo.
Mas cortés era la señora baronesa de Tunder-tentronck, dixo entre sí Candido. Acercóse en esto el abate al oido de la marquesa, la qual se medio-levantó de la silla, honró á Candido con una risita agraciada, y á Martin haciéndole cortesía con la cabeza con magestuoso ademan; mandó luego que traxeran á Candido asiento y una baraja, y este perdió en dos tallas diez mil duros.
Tal cual la vio, oyó y admiró Fabrice por la primera vez en el blanco salón de la baronesa, con su belleza de Musa y su voz grave y melodiosa, tal está Beatriz delante de él en estos momentos... Y Beatriz es su mujer: tiene allí, además, bajo su vista, cerca del corazón, su hija y su arte, es decir, todo cuanto ama en el mundo... y no es dichoso... Las venenosas insinuaciones de la señora de Montauron voltejean traidoras, implacables por su cabeza.
Leonie le contestaba diciéndole todo lo que pasaba en la capital, la descripción de las fiestas de la victoria, el relato de una sesión parlamentaria a la que había asistido, etc., etc. Cirilo sacó la conclusión de que la señora Leonie desempeñaba el cargo de ama de gobierno en casa de la señora baronesa de Boel, en la calle de Richelieu. El sargento Bauquet es un joven de fisonomía agradable.
La baronesa, a quien el silencio era odioso porque le hacía pensar en la muerte, gustaba de todo ese movimiento, si bien mezclándose poco directamente a él por cuanto el reuma no le dejaba casi momento de reposo; pero ya desde su sillón de donde daba órdenes como desde un trono, ya sentada a la sombra de los copudos árboles del parque, complacíase en ver agitarse aquella brillante juventud, que la formaba una pequeña corte, deleitándose en ver desfilar aquellos breacks, aquellos mails llenos de exquisitas elegancias, rebosando refinadas alegrías.
Le parece advertir en los procederes de Beatriz hacia él algo así como una especie de tristeza resignada, una carencia de amante abandonado, cierta frialdad un tanto desdeñosa que parecen justificar las pérfidas profecías de la baronesa.
Palabra del Dia
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