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Actualizado: 9 de junio de 2025
Roger se guardó muy bien de obedecer la orden de su señor y recordando las instrucciones de la baronesa, tomó una sola moneda de la escarcela encomendada á su cuidado y se la dió al mendigo, que la recibió murmurando gracias y oraciones.
En el círculo que formaban los más curiosos de los presentes, estaba la Baronesa de Börne, dama austriaca, gruesa y de baja estatura, la única de su sexo que había acudido a la villa, y que miraba fijamente a la extranjera, abrumando al mismo tiempo con sus preguntas a los criados, quienes no sabiendo qué contestar se mezclaban en los grupos a comentar lo ocurrido.
La baronesa de La Deuda Flotante, definitivamente domiciliada en Vetusta, se atrevió a decir encogiendo los hombros: Dígase lo que se quiera; estos extremos no son propios... de personas decentes. El Marqués apoyó la idea muy eruditamente. Eso es piedad de transtiberina. Justo dijo la baronesa, sin recordar en aquel instante lo que era una transtiberina.
La señora de Montauron, que envejecía en tiempo y declinaba en salud, hacía fecha que pensaba en procurarse una señorita de compañía que aliviase el peso de su soledad y la carga de sus enfermedades. Exigía que fuera hermosa, a fin de que su presencia viniese a ser como un cebo para el sexo fuerte, de cuyos atractivos había sido siempre la baronesa devota fervientísima.
Convinieron, pues, en que a contar del día siguiente al de la entrevista empezarían de nuevo, y durante la siesta de la baronesa, los interrumpidos estudios sobre la acuarela, bajo la dirección de Fabrice.
Perdón, señora replicó la joven con extremada cortesía ; ¿podría decir a usted antes cuatro palabras? La baronesa la vio vagamente inquieta. ¿Qué deseas? le replicó con acritud. Señora, ¿me permite usted que le recuerde la conversación que tuvimos en secreto en su habitación de usted hace quince días?
Pero, según tengo entendido, también es usted paisajista... Hay en los alrededores puntos de vista deliciosos... Ese será su desquite y su consuelo de usted. Señora baronesa, crea usted firmemente que no tengo necesidad ni del uno ni del otro. ¿Permite usted que los modelos hablen durante la sesión? ¿No incomoda a usted eso?
La señora baronesa que pesaba unas catorce arrobas, se habia grangeado por esta prenda universal respeto, y recibia las visitas con una dignidad que la hacia aun mas respetable. Cunegunda, su hija, doncella de diez y siete años, era rolliza, sana, de buen color, y muy apetitosa muchacha; y el hijo del baron en nada desdecia de su padre.
Al día siguiente de su llegada a París escribió Fabrice a la baronesa que había encontrado a la niña restablecida, mas que le era forzoso prolongar la ausencia en dos o tres semanas, a fin de dar a la convaleciente, antes de volverla a la pensión, las distracciones que reclamaba su estado.
El día en que la señora de Montauron impuso a Beatriz el sacrificio definitivo de su amor hacia Pierrepont, destruyó por el hecho el motivo único que tenía la huérfana para tolerar la mísera existencia que arrastraba al lado de la baronesa, y desde ese momento el disculpable sentimiento de sorda irritación que la joven nutría hacia su dura protectora habíase cambiado, en esta alma contenida pero ardientemente apasionada, en verdadero horror.
Palabra del Dia
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