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De vez en cuando se dirigían al manantial con pie rápido, bajaban las escalerillas, pedían un vaso de agua y se lo bebían ansiosamente, cerrando los ojos con cierto deleite sensual que despertaba en su cuerpo la esperanza de la salud. ¿Se ha bebido mucho ya, madre? dijo mi patrón asomándose a la baranda del hoyo.

Hízola sentar a algunos pasos de la baranda, sobre el terrazo, y permaneció de pie, recostada sobre una de las columnillas que sostenía la galería. Miraba a la mar sobre la que continuaban pasando algunas luces intermitentes. Después de un largo silencio, alzó la voz nuevamente: Eres una loca, querida Juana dijo , eres una loca, como yo lo he sido, como lo somos todas en el principio de la vida.

Había sido sorprendida por el naufragio en el momento que intentaba vestirse: tal vez el terror la había hecho arrojarse al mar. La muerte había contraído su rostro con un rictus horrible que dejaba los dientes al descubierto. Un lado de su rostro estaba tumefacto por un golpe. La vió Ferragut al asomarse entre los hombros de dos señoras que temblaban apoyadas en la baranda de la cubierta.

Pusimos el hato en el carro de un Diego Monje; era una media camita y otra de cordeles con ruedas para meterla debajo de la otra mía y del mayordomo, que se llamaba Baranda, cinco colchones, ocho sábanas, ocho almohadas, cuatro tapices, un cofre con ropa blanca, y las demás zarandajas de casa.

Y antes de cerrar los ojos, Lita marcó con la uña una señal en la baranda de la cama, para anotar que había transcurrido el primer día... Pero no podía dormirse. Estaba demasiado nerviosa con las agitaciones del día. Su mamá, aunque lo notara, no quiso darle el remedio recetado por el médico. Sabía que su regazo era el mejor calmante para la hijita enferma.

Por otra parte, éste podía salir de un momento a otro al corredor y encontrarse con él, lo cual era peor. ¿Qué hacer? No vio medio más adecuado de salir del apuro que, montar cautelosamente sobre la baranda y descender al suelo por la parra, agarrándose con pies y manos, como había hecho otras veces para probar el progreso de sus fuerzas y agilidad. Una vez en la calle, corrió a casa de Rosa.

Y la casa de los hindús de antes era como las pagodas de Lahore o las de Cachemira, con los techos y balcones muy adornados y con muchas vueltas, y a la entrada la escalinata sin baranda. Otras casas tenían torreones en la esquina, y el terrado como los egipcios, corrido y sin las torres.

Tendía sus manos al sol, volvía el rostro para sentir el calor en ambos lados, y al fin se despojó del impermeable y lo abandonó en la baranda, prefiriendo a la tibieza de su envoltura los rayos directos del astro. Deje que me caliente un poco. No me mire así.

Un mirlo de corazón osado saltó de la higuera más próxima á la baranda del corredor, miró descaradamente á la niña ladeando repetidas veces la cabeza, tuvo manifiestas intenciones de dar un picotazo en sus mejillas pensando con razón que eran más frescas y más dulces que la cereza que acababa de comerse. ¡Pero Demetria le clavó una mirada tan severa!

Me apoyé en la baranda y reí viendo la agitación efímera de aquella humanidad subalterna que se consideraba libre y fuerte, mientras allá arriba, en la habitación de un cuarto piso, yo tenía en la mano, en un sobre lacrado, el principio de su flaqueza y de su esclavitud.