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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Dio un brinco y se plantó sobre la baranda del corredor; ascendió luego fácilmente por el grueso sarmiento de la parra que se enlazaba retorciéndose a las columnas de madera que sostenían el tejadillo, encaramose sobre éste y echando una mirada recelosa en torno y otra de ávido anhelo a la ventana del palomar, sacó la lengua y se relamió repetidas veces con repugnante ausencia de sentido moral.
Y me preguntó con mucho interés, con «demasiado» interés, quien era un joven recién llegado a Villaverde, que vive en esta casa, y que tarde a tarde, se pasa las horas muertas, en un asiento de la Plaza, de codos en la baranda, y vuelto hacia.... Hacia la casa del señor Fernández. ¿No es eso? concluí riendo. Ella prosiguió: Y oyendo tocar a una señorita que vive allí.
Como recuerdo de los personajes de blanca peluca y las damas de anchuroso guardainfante que habían pasado por ella, quedaban algunos bustos clásicos en los rellanos, una baranda de hierro forjada á martillo y varios farolones de oros borrosos y vidrios turbios. Se detuvieron en el primer piso, ante una fila de puertas algo carcomidas por los años. Aquí es dijo Freya.
Y a todo esto, el patio y sus tejados, y el terreno de afuera, y las zarzas y los helechos y la baranda del balcón, en fin, cuanto se veía o se palpaba desde mi observatorio, húmedo, reluciente y goteando. No habiendo cosa más risueña en que poner la vista por aquel lado, fuime a la otra fachada, la que correspondía al claro frontero a mi alcoba.
Algunos, perezosamente reclinados, leían novelas y fumaban; otros dormían cabizbajos, apoyados en la baranda á la sombra del toldo. Yo disertaba con mis dos compañeros franceses sobre la historia de España, su porvenir, y el destino de ese mundo de fuego el África que nos enviaba sus ráfagas fortificantes.
No recibiendo respuesta, la creyó dormida; entonces, tuvo la idea de bajar al piso bajo, para ver mejor a través de las grandes ventanas de la baranda, el espectáculo de la tempestad sobre el Océano.
Ojeda y su compañero, acodados en la baranda, miraban con interés las siluetas de las islas destacándose como nubes puntiagudas sobre el azul sereno del horizonte. Hasta aquí llegó Colón dijo Fernando . El Almirante, que había navegado siempre hacia Poniente, puso en el tercer viaje la proa al Sur, buscando descubrir tierras nuevas por la parte del Austro.
Echó mano apresuradamente a los gemelos del capitán que colgaban de la baranda, y pudo ver a su novia llorosa con un pañuelo en la mano haciéndole señas. Sacó el suyo del bolsillo y contestó lleno de emoción. La tarde estaba tranquila, el cielo nublado, las aguas de la pequeña bahía inmóviles y verdosas espejaban confusamente la columna de humo que el vapor dejaba en pos de sí.
Este belitre iba á estorbar con su presencia el deseado encuentro; tal vez se mantenía á su lado por el deseo de ver y saber... Y aprovechando una de sus rápidas ausencias, Ulises se alejó por la larga vía Partenope, siguiendo la baranda que da sobre el mar, fingiendo interesarse por todo lo que encontraba, pero sin perder de vista la puerta del hotel.
Ojeda, ocupado en seguir las evoluciones de los pequeños buzos, sintió de pronto que le tocaban en un hombro y alguien venía a acodarse en la baranda junto a él. Pero ¿usted no ha querido bajar a tierra?...
Palabra del Dia
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