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Actualizado: 30 de abril de 2025


Se muere, hijos decía la jardinera ; de ésta no escapa. Doña Visita me lo ha enseñado de lejos, llorando la pobre. No puede estar acostado. El pecho le baila como un fuelle roto. Los médicos dicen que no llega a la noche. ¡Qué desgracia...! ¡Y en un día como éste...! La agonía del príncipe eclesiástico era acogida con un silencio fúnebre.

Baila, Fadrique, exclamó D. Diego por tercera vez, notándose ya en su voz cierta alteración, causada por la cólera y la sorpresa. Era tan elevado el concepto que tenía D. Diego de la autoridad paterna, que se maravillaba de aquella rebeldía. Déjele V., señor de Mendoza dijo la hidalga viuda. El niño está cansado del camino y no quiere bailar. Ha de bailar ahora.

Parece que usted no perdona a ninguna, «desde la princesa altiva, a la que pesca en ruin barca». Pero aquí estoy para velar por la moral. Ya la moral huyó de Grecia, ya no se baila el rigodón. empezó a cantar el comandante, repitiendo un pasaje de cierta zarzuela bufa muy popular. Al mismo tiempo tiraba por las narices a la joven, quien se apartó con furia. ¡Déjeme usted, chinchoso, feo, patoso!

Peor para él. Nosotras acabamos de pasar la noche en la Olimpia. Aquello es delicioso. La Rustigieri canta con los pies y baila con la garganta. ¡Y viva Italia! ¡Lo que nos reímos!... Me gustó más la Loïe Fuller. ¡Oh! no; hace daño á la vista.

Ahora dijo D. Diego, baila el chico peor que el año pasado, porque está en la edad del pavo; edad insufrible, entre la palmeta y el barbero. Ya Vds. sabrán que en esa edad se ponen los chicos muy empalagosos, porque empiezan á presumir de hombres y no lo son. Sin embargo, ya que Vds. se empeñan, el chico lucirá su habilidad.

Alicia hablaba con extrema vivacidad, y el registro de su voz se mantenía en las notas agudas; continuó: No me agradezca nada; mi invitación es interesada. De todos mis amigos, es usted quien baila mejor el boston; quiero dirigir el boston con usted.

Finalmente, como yo tuviese fama de gran labrandera, mi señora la duquesa, que estaba recién casada con el duque mi señor, quiso traerme consigo a este reino de Aragón y a mi hija ni más ni menos, adonde, yendo días y viniendo días, creció mi hija, y con ella todo el donaire del mundo: canta como una calandria, danza como el pensamiento, baila como una perdida, lee y escribe como un maestro de escuela, y cuenta como un avariento.

Las señoras, que habían mostrado deseos de ver á D. Fadrique bailar, repitieron sus instancias, y una de las doncellas tomó una guitarra y se puso á tocar para que D. Fadrique bailase. Baila, Fadrique, dijo D. Diego, no bien empezó la música. Repugnancia invencible al baile, en aquella ocasión se apoderó de su alma.

Si posible fuera... Tengo algún apetito. Y como ya deseaba hablar, añadió, sonriendo con amabilidad: ¿No baila V. con las otras jóvenes? La he visto a V. muy solita ahí debajo del corredor. Nunca bailo respondió toda confusa la niña, como si le imputasen alguna falta grave. ¿No sabe V.? , señor, , pero... Vamos, no le gusta. Antes me gustaba mucho; ahora, no tanto.

Nada le divierte a don Timoteo. ¡Todo es malo! Por supuesto que no baila don Timoteo, ni habla don Timoteo, ni ríe don Timoteo, ni hace nada don Timoteo de lo que hacen las personas. Es un eslabón roto en la cadena de la sociedad.

Palabra del Dia

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