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Actualizado: 30 de abril de 2025
No se encuentra allí la austeridad de costumbres, la vida patriarcal, el buen gusto severo y el lenguaje digno y grave que reina en los antiguos salones del faubourg, pero se baila decentemente, se juega sin recurrir a las trampas y no son robados los abrigos del recibimiento. En una de esas casas es donde se encontraron el duque y la señora Chermidy.
Para muchos no queda otro recuerdo de la guerra que los uniformes, más numerosos que antes en los tés donde se baila. Miguel circunscribe su pensamiento á esta costa, que fué siempre el dominio de los felices. La guerra la ha trastornado y ensombrecido durante cuatro años. Recorre con la imaginación los salientes y los golfos de su ribera, encontrando en todos ellos un cementerio.
Yo quiero matar a ese hombre, o que él me mate a mí. No, a él, a él. ¡Pobre Currito Báez! Le mataré, le mataré, sí exclamaba yo con furor, poniendo mi puño cerrado en el pecho de lord Gray . ¿No siente usted cómo baila el mundo bajo nuestros pies? El mar entra por esa ventana. Ahoguémonos juntos y todo se concluirá. ¿Ahogarme? No dijo el inglés . Yo también amo.
Sin embargo, el mismo público que gime y se lamenta durante el invierno, es el que baila en el verano. ¡Inescrutables misterios de la humanidad, que yo respeto y admiro! Por eso los tales bailes son la única curiosidad que podemos ofrecer ya en Santander á los forasteros que nos visitan durante el estío; el único aliciente, el mejor cebo.
Pues yo quisiera hablar con él, por ver si quiere tomarme... Le tomará a usted medidas. Eso dice... ¿Qué? Que está furioso... Loco perdido. A mí por poco me mata esta mañana de la tirria que me tiene. En fin, el disloque. Se muda de Santa Casilda... Se va a las Cambroneras. Le ha dado la tarantaina, y baila sobre un pie solo».
Se acercó lentamente á la vieja, que retrocedió espantada, y plantándose delante de ella con los brazos en jarras dijo roncamente: ¿Sabe usted, señora, por qué no tengo honra? Pues porque ese hombre que está ahí me la ha quitado. Pero usted, en vez de aconsejarle que me la vuelva, se humilla y le baila el agua para meterle en casa.
¿Conoces a aquel señorito que gasta su caudal en tiros y carruajes, que lo mismo baila una mazurca en un sarao con su pantalón colán y su clac, hoy en traje diplomático, mañana en polainas y con chambergo y al otro arrastrando sable, o en breve chupetín, calzón y faja? Cincuenta pesos gasta al día, cien logra de renta; ni un solo libro tiene, ni lo compra, ni lo quiere.
Este tal sobrino es un muchacho que ha recibido una educación de las más escogidas que en este nuestro siglo se suelen dar; es decir esto, que sabe leer aunque no en todos los libros, y escribir, si bien no cosas dignas de ser leídas; contar no es cosa mayor, porque descuida el cuento de sus cuentas en sus acreedores, que mejor que él se las saben llevar; baila como discípulo de Veluci; canta lo que basta para hacerse rogar y no estar nunca en voz; monta a caballo como un centauro y da gozo ver con qué soltura y desembarazo atropella por esas calles de Madrid a sus amigos y conocidos; de ciencias y artes ignora lo suficiente para poder hablar de todo con maestría.
¿Qué tal, hijita mía le dijo Fernanda pasándole la mano por la cara, te diviertes? Ah, mucho, mucho, mamá replicole Blanca. ¿Y usted, señor don Benito?... Sabe que tengo que darle las gracias por el compañero. Es un maestro; baila el vals admirablemente... ¿Nada más que el vals? preguntó con sorna don Benito. ¡Oh, nada más! Ninguna mujer chic baila otra cosa... ¿No es verdad, mamá?
Rafaelito era socio de todos los círculos distinguidos y decentes donde se baila, mientras arriba, en una habitación con luces verdes, guardada y vigilada como antro de conspiradores, rueda la ruleta con sus vivos colorines o se agrupan los aficionados en torno de las cuatro cartas del monte.
Palabra del Dia
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