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En vista de que los asuntos vulgares de conversación llevaban trazas de sucederse hasta lo infinito, el Magistral, que no quería marcharse sin hacer algo, puso término a las palabras insignificantes con una pausa larga y una mirada profunda y triste a la bóveda estrellada. Estaba sentado a la entrada del cenador. Ya había comenzado la noche, pero no hacía frío allí, o por lo menos no lo sentían.

En lo alto, como bóveda del gran redondel, el cielo azul, infinito, sin la más leve vedija de vapor, cruzado algunas veces por una serpenteada fila de palomos, que aleteaban impasibles, sin dar importancia a la extraña reunión de tantos miles de personas. Eran las cuatro de la tarde y se impacientaba la gente.

A Gabriel le gustaba, por su silencio y su imponente soledad, aquel mundo extraño aposentado en la cabeza de la catedral. Era una selva de maderos poblada de bestias lúgubres que vivía olvidada en el interior de la bóveda craneal del templo. El buen Dios tenía una casa para los fieles y un inmenso desván para las bestias del espacio.

¿Qué pájaro me habrá dicho a que doña Rufinita no quiere ser buena, y enreda en la iglesia y descompone el coro cuando canta? Carcajada general. Las niñas ríen de todo corazón y el templo retumba devolviendo el eco de la alegría desde la bóveda blanca, llena de luz que penetra por ventanas anchas de cristales comunes. Todo lo que dice allí el Magistral se ríe; es un chiste.

Entró don Santos en la tienda, que era como el Magistral se la había representado, y dejándose alumbrar por el sereno atravesó el triste almacén donde retumbaban los pasos como bajo una bóveda, y subió la escalera lentamente, respirando con fatiga. El sereno salió, después de entregar la llave al amo de la casa. Cerró de un golpe y se fue calle arriba. Obscuridad y silencio.

Continuando nuestro paseo por el trascoro, atravesaremos ahora por debajo de otro grande arco ojival, compañero al que nos sirvió de ingreso al tramo de las dos portadas greco-romanas, cubierto por la alta bóveda plateresca del coro, y volveremos á entrar en la nave baja que circuye el gran buque de aquel, cubierta como dejamos dicho de bóveda ojival del siglo XVI . Nos hallamos en el ángulo S-O. de la catedral nueva, y tenemos enfrente la fachadita esterior del norte de la capilla de Villaviciosa, toda encerrada en un arco de herradura, en cuya archivolta labró el genio paciente y minucioso del renacimiento español veintidos compartimentos cuajados de lindas figuritas en sus correspondientes nichos.

No obstante, sin darse cuenta de ello, ese buen hombre trabajaba con cierto recogimiento, acallando los ruidos y con la puerta de la bóveda cerrada siempre discretamente, cual si abrigara el temor de despertar a alguno.

Ana ya va muy pálida; y las mulas, al olor del pesebre, vuelan camino arriba, bajo la bóveda de espesos almendros que llenan la avenida con sus hojas redondas y sus verdes frutas. Mucha, mucha alegría. Lucía también estaba alegre, aunque no estaba Juan allí.

Espera un momento dijo él indicando con el dedo una de las puertas más próximas, voy a decirle una palabra para prepararla; de lo contrario, podría hacerle daño la alegría. Un instante después, me encontré sola en un largo corredor obscuro, de bóveda elevada.

Tal era el aspecto que ofrecían aquellos desgraciados bajo la inmensa bóveda de los cielos. El suplicio del hambre en el fondo de un calabozo es horrible, sin duda alguna; pero al aire libre, bajo un cielo lleno de luz, a la vista de todo el mundo, en presencia de los recursos de la Naturaleza, eso excede a toda ponderación.