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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Está pescando respondió ella, fingiendo no entender el verdadero sentido de la pregunta. El duque entró en seguida en una larga explicación de todas las ventajas a que podría conducir aquella admirable habilidad, que le labraría un trono y un caudal. María lo escuchaba con avidez, mientras el duque admiraba el juego de aquella fisonomía sucesivamente fría y entusiasmada, helada y enérgica.

Leí con avidez esa parte del libro: creí encontrar mucho nuevo: los recuerdos de un hombre que ha estado en contacto con la flor y nata de los literatos de aquella nación privilegiada; las picantes observaciones que presagiaba el sostenido prurito de escepticismo y cierta sal andaluza que campea con galana finura en muchos pasajes de este libro.

Don Germán contempló el cielo, largo rato, escrutando con avidez sus abismos azulados, sus millones de luminarias maravillosas. Al fin los bajó de nuevo murmurando: «¡No; el amor no se hundirá porque el amor es DiosPaseó después su mirada por el campo. Allá, hacia el oriente, en los confines del horizonte un tenue reflejo del firmamento señalaba el sitio donde se asentaba Madrid.

Las vio de pronto como si acabaran de rasgarse unos velos sonrosados interpuestos entre ellas y sus ojos. Los hombres le parecieron sucios y de una avidez amenazante. Las mujeres, con una humildad bestial o francamente envidiosas, eran inferiores a las domésticas que la servían.

Mascaba y tragaba con avidez; alimentos y líquidos, al pasar por su boca, adquirían un nuevo sabor raro y divino. El hambre ajena era para él un excitante, una salsa de interminable deleite. Francia le inspiraba entusiasmo, pero á Rusia le concedía mayor crédito. ¡Ah, los cosacos!... Hablaba de ellos como de íntimos amigos.

Y de nuevo caía sobre él agarrando su cabeza, oprimiéndola con furia sobre su robusto y firme pecho, en cuyas desnudeces se perdía la anhelante boca de Rafael, poseído también de avidez rabiosa. Ya no canta el ruiseñor murmuraba el joven. ¡Ambicioso! decía riendo quedamente la artista. ¿Ya quieres oírle de nuevo?...

Allí se adormecen, y cuando, al despertar, sienten venir la muerte en los primeros efectos del tósigo, reúnen sus fuerzas, se arrastran hasta la orilla del mar y absorben con avidez las ondas saladas que les devuelven la vida. Se conserva el recuerdo de unos jóvenes norteamericanos que, echándose el fusil al hombro, resolvieron hacer a pie el camino de Salgar a Barranquilla.

Nosotros asumimos toda la responsabilidad de la protesta, dándoles aliento y explicándoles que ninguna cosa mala tratábamos de hacer; y merced á nuestras últimas exhortaciones, conseguimos que se colocaran las dos escalas, por las que trepamos con la avidez del que busca un tesoro. Tras el último peldaño se nos mostró el interior de la caverna.

Las tres cuartas partes del tiempo, la avidez se hincha con la opulencia, ¡y los más mendigos no son los más pobres!

Los heridos soñolientos sacaban sus cabezas sobre los embozos, pugnando por moverse; las bocas negruzcas se animaban con una sonrisa pálida; las miradas ardorosas seguían con avidez el cuerpo de la danzarina, que iba trazando en los muros una procesión de siluetas. El marroquí se había incorporado, como un chacal que desea saltar y tiene las patas rotas.

Palabra del Dia

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