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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Mi entrada en la casa, aunque otra cosa pensase Gloria, no había facilitado la solución del problema que ambos tratábamos de resolver. Por el contrario, me parecía que cuando se descubriese el engaño quedaría en peor estado. Además, ni un minuto más de plática con mi novia me había concedido tal entrada.
Nosotros asumimos toda la responsabilidad de la protesta, dándoles aliento y explicándoles que ninguna cosa mala tratábamos de hacer; y merced á nuestras últimas exhortaciones, conseguimos que se colocaran las dos escalas, por las que trepamos con la avidez del que busca un tesoro. Tras el último peldaño se nos mostró el interior de la caverna.
Entonces, penetrado de la grandeza de su alta jerarquía, perdió hasta aquellos pocos arranques que le quedaban de expansiva franqueza, y se hizo solemne y ceremonioso aun en los actos más triviales de su vida. Y aquí enlaza, lector amigo, el asunto de que tratábamos en el capítulo anterior; es decir, concluye la digresión y continúa la historia.
¡Ajá! exclamé mirándola con mucha atención, porque precisamente pasaba entonces por delante de nosotros. La mozona, que debió presumir algo de lo que tratábamos el Tarumbo y yo, se puso muy colorada y se sonrió, bajando los ojos al darnos los buenos días. Alabé de corazón el buen gusto de Chisco, y no me expliqué bien el del Topero. Pues ¿qué demonios quiere para su hija? pregunté al Tarumbo.
Pero, volviendo a la plática que poco ha tratábamos del encanto de la señora Dulcinea, tengo por cosa cierta y más que averiguada que aquella imaginación que Sancho tuvo de burlar a su señor y darle a entender que la labradora era Dulcinea, y que si su señor no la conocía debía de ser por estar encantada, toda fue invención de alguno de los encantadores que al señor don Quijote persiguen; porque real y verdaderamente yo sé de buena parte que la villana que dio el brinco sobre la pollina era y es Dulcinea del Toboso, y que el buen Sancho, pensando ser el engañador, es el engañado; y no hay poner más duda en esta verdad que en las cosas que nunca vimos; y sepa el señor Sancho Panza que también tenemos acá encantadores que nos quieren bien, y nos dicen lo que pasa por el mundo, pura y sencillamente, sin enredos ni máquinas; y créame Sancho que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso, que está encantada como la madre que la parió; y cuando menos nos pensemos, la habemos de ver en su propia figura, y entonces saldrá Sancho del engaño en que vive.
Quiso entonces penetrar hasta el fondo del pensamiento de miss Maud y dijo: Ese pobre Freneuse, señorita, era un infeliz muchacho que conocíamos el señor de Sorege y yo desde la infancia y cuyas aventuras han sido causa de una gran aflicción para todos los que le tratábamos.
A lo cual repliqué yo que pedir eso, aunque poco, era pedir imposibles, y había que ponerse, para el punto que tratábamos, en la realidad de las cosas. El tiempo no se para añadí , y destruye poco a poco, cuanto vive en él. Esta es la ley fatal de los sucesos humanos.
Como un cimiento hemos de considerar el principio buscado, así como en los capítulos anteriores tratábamos de encontrar una semilla: estas dos imágenes, semilla y cimiento, expresan perfectamente mis ideas y deslindan con toda exactitud las dos cuestiones. Si existe, ¿cuál es? ¿hay uno solo, ó son muchos?
Pasó así gran parte de la noche, y después recogió en el cofre los papeles y el retrato, guardó cuidadosamente el cofre en un armario, se desnudó y desapareció tras las cortinas de su alcoba. Yo no supe ya qué pensar de Amparo. Pero me cubrí con el más perfecto disimulo, como ella se cubría conmigo. Nos tratábamos como si hubiéramos vivido juntos desde nuestros primeros años.
Palabra del Dia
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