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Actualizado: 20 de julio de 2025


Duró la sesion hasta las quatro de la madrugada; y al oir sus aventuras ó desventuras se acordaba Candido de lo que le habia dicho la vieja quando iban á Buenos-Ayres, y de la apuesta que habia hecho de que no habia uno en el navío á quien no hubiesen acontecido gravísimas desdichas.

Pero antes que pudiera empezar a trabajar, otros acontecimientos le arrastraron de nuevo a las aventuras; cayó enfermo, tuvo que abandonar las luchas políticas, y en octubre del 73 estaba definitivamente establecido en Madrid, mas no curado de su superstición redentorista.

No, ¡no!... viviremos juntos porque eres mi marido y Dios manda que sea así, pero ya no te quiero: no puedo quererte... ¡El mal que me has hecho!... ¡Tanto que te amaba yo!... Por más que busques en tus viajes y tus malas aventuras, no encontrarás una mujer que te quiera como te ha querido la tuya.

Esta voluptuosidad ideal del bien obrar, mezclándose a la sensación agradable del calorcillo del suave y blando lecho, convertía poco a poco a don Saturno en otro hombre; y entonces era el imaginar aventuras románticas, de amores en París, que era el país de sus ensueños, en cuanto hombre de mundo.

-Peor será esto que los molinos de viento -dijo Sancho-. Mire, señor, que aquéllos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. -Ya te he dicho, Sancho -respondió don Quijote-, que sabes poco de achaque de aventuras; lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás.

Parecióme al recorrerle de un extremo á otro, las diferentes veces que le crucé, que solo me paseaba por en medio de ruinas y escombros: su rica historia de conquistas y aventuras hablábame con el silencio y la soledad.

Lionel Gould un nombre de teatro había sido estudiante; pero su afición á la vida intensa y á las novelas de aventuras le hicieron abandonar la casa de sus padres á los diez y siete años, yéndose á Texas para llevar la existencia ruda de los cow-boys que tantas veces había admirado en los libros. A los veintidós años, otro cambio de aficiones.

Con el desdichado autor de quien nos venimos ocupando, tenía este hombre amistad antigua: ambos habían corrido juntos multitud de aventuras, y sin separarse navegaron por los revueltos golfos del periodismo hasta encallar en los arrecifes de una oficina, de donde no tardó en arrojarlos un cambio ministerial, y se embarcaron de nuevo en la prensa en busca de posición social.

Si yo no hubiera tenido ocupado á Francisco Martínez Montiño en el banquete de Estado que os hace tres días, el cocinero mayor hubiera estado en palacio, le hubiera encontrado su sobrino, y habiéndole encontrado no se hubiera perdido en palacio, no hubiera visto á doña Clara... ¿El sobrino del cocinero del rey ha tenido también aventuras con esa castísima señora? Como que es su marido.

De nuevo se admiraron padre y hijo de las entremetidas razones de don Quijote, ya discretas y ya disparatadas, y del tema y tesón que llevaba de acudir de todo en todo a la busca de sus desventuradas aventuras, que las tenía por fin y blanco de sus deseos.

Palabra del Dia

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