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Actualizado: 12 de junio de 2025
El primero no tiene relación ninguna con la pieza, que le sigue, ó si la tiene, es muy vaga; á menudo aparece un bufón rústico, que ruega al auditorio que asista atento á la representación, y al mismo tiempo refiere algún pasillo gracioso. El argumento hace una breve reseña de la acción, que ha de representarse. La loa, posterior, comprendió después á uno y otro.
No diré que con muy brillantes formas, pero con un pulmón admirable, con palabras sencillas y con una doctrina pura y llena de paz y de consuelo, infundió tal entusiasmo en su auditorio, que, convertido cada oyente en un héroe, hubiera seguido al franciscano ... hasta la hoguera, jurando á Jesucristo y á San Juan.
Nada más curioso que ver el aspecto de avidez del auditorio femenino por poco que se trate de un predicador desconocido. Desde el cuarto salmo, los ojos empiezan a errar desde la gran nave hasta los lados de la iglesia, con el ánimo de no dejar de ver la subida al púlpito.
Pasaba lo de la anarquía y aun lo del matrimonio; pero en llegando a que todo es Naturaleza, reinaba gran confusión en el auditorio, y doña Nieves, tomando el caso a broma, pedía mayor claridad. «Pero a ver, D. Juan Pablo, explíquese mejor... porque eso de que todos seamos todo no lo calo yo bien...».
Currita pareció quedarse sorprendida, casi espantada, y paseando por todo el auditorio sus claros ojos admirablemente azorados, dijo con el tonillo lastimero de una niña a quien amenazan con azotes: Pero entendámonos... ¿Qué es lo que ustedes saben?... Que estás nombrada camarera mayor de la Cisterna dijo Isabel Mazacán con todos sus bríos. Currita pensó desmayarse.
Siempre que la conversación era general, cuanto decía D. Jaime encantaba al auditorio, y todos le aplaudían.
Esta idea de su permanencia transitoria en la tierra, dió el último toque al efecto que el predicador había producido; diríase que un ángel, en su paso por el firmamento, había sacudido un instante sus luminosas alas sobre el pueblo, produciendo al mismo tiempo sombra y esplendor, y derramando una lluvia de verdades sobre el auditorio. De este modo llegó para el Reverendo Sr.
Fueron en crescendo, hasta que, llegando al citado pasaje, una exclamación de horror me cortó la palabra y me hizo suspender la lectura. Cantarranas estaba nervioso, y la poetisa se abanicaba con furia, ciega de enojo y hecha un basilisco. No sé si he dicho que una de las cuatro personas de mi auditorio, era una poetisa. Creo llegada la ocasión de describir á esta ilustre hembra.
Tuve que contar de nuevo la historia de Elena, que interesó y divirtió mucho al auditorio. Las mujeres se enternecieron por la enfermedad de la inocente y vieron en ella un castigo por la insensibilidad de Lacante. Los hombres decían: Es acaso un desenlace y una buena solución.
D. Ramón de la Cruz escribió centenares de sainetes, que se representaron con general aplauso. Según parece, no tuvo pretensiones de alcanzar fama de autor dramático, no proponiéndose otra cosa, probablemente, que pasar un par de horas divertido, y que participara el auditorio del placer de que él disfrutaba.
Palabra del Dia
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