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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Y viéronse sus facciones de una regularidad perfecta; sus ojos eran atrevidos y penetrantes, un bigote negro y brillante sombreaba sus labios encarnados, y su poblada barba, que se dibujaba en dos arcos a lo largo de las mejillas, iba a detenerse en un mentón con un hoyuelo. Su color era pálido y mate. ¿Que quién soy? repitió con una voz llena y sonora , va usted a saberlo, digno alcalde.

Ir de Bilbao á Portugalete era entonces un viaje que sólo osaban emprender los atrevidos, tomando pasaje en las barcas que se llamaban carrozas. La góndola del Consulado, del famoso tribunal de comercio, era la única embarcación que surcaba la ría con frecuencia. Los gabarreros, intermediarios obligados de todo comercio, prosperaban rápidamente, y Olaveaga era el pueblo más rico del Nervión.

Únicamente parecía acordarse de él cuando Canterac se mostraba demasiado vehemente en sus ademanes, tendiendo una mano de caballo á caballo para estrechar la suya ó permitirse otras osadías disimuladas. Moreno ordenaba la marquesa , avance y póngase á mi izquierda, para que el capitán quede lejos. No me gustan los militares; son muy atrevidos.

Bien lo comprendió su tía; pero quería más claridad y replicó: ¡AburrenAburren! Explíquese usted, señorita. ¿Es que le parece poco fina la sociedad de Vetusta? Por el usted y la ironía comprendió Ana que doña Anuncia se había disgustado. No es eso, tía; es que hay algunos... muy atrevidos.... No qué se figuran. Ustedes no quieren que yo sea obscura, seria, huraña....

No metas mucho entre la gente con las muchachas, Donata; mira que no faltan atrevidos que las manoseen en los entreveros y que a ti también te han de manosear: ¡Qué gente, por Dios; qué gente! ¡qué falta de respeto con las señoras! ¡Cuánto mejor no hubiera sido ir a los altos de Colón!... Pero la muchedumbre en movimiento lo arrastraba todo.

Sus rosadas desnudeces y atrevidos gestos contrastaban con la faz dolorosa de un gran Cristo que parecía presidir el salón, ocupando la mayor parte del muro sobre el estrado, entre dos puertas. «La Papisa» reconocía lo pecaminoso de estos adornos mitológicos; pero eran recuerdos de la buena época, de cuando mandaban los caballeros, y los respetaba, procurando no verlos.

Los atrevidos cantos de la guerra Resuenen en la losa del soldado, Y de flores cubramos esa tierra Donde cayó sin vida, ensangrentado, Y de la patria el estandarte santo Sea de paz y proteccion su manto. No débil llanto su cabeza inunde!

Las mas veces se imposibilitan las empresas por las competencias de los que mandan, cuando no los gobierna algun príncipe grande, y poderoso, que puede reprimir las insolencias delos atrevidos, y ambiciosos y por mucha moderacion que haya en los principios de una empresa, despues de los malos, ó buenos sucesos, siempre se siguen ruines interpretaciones, de que toman mayor osadia los inquietos, y muchos buenos se ven obligados á defenderse, porque con esto se levantan tantas máquinas de recelos, envidias, y aborrecimientos, que parece imposible librarse; y así se ha de tener por cosa muy notable que durase ocho años esta empresa de los catalanes, y aragoneses libre de este daño.

Vivía además en una época en que la inteligencia humana, recientemente emancipada, había desplegado mayor actividad y entrado en una esfera más vasta de acción que lo que había hecho durante muchos siglos. Nobles y tronos habían sido derrocados por los hombres de la espada; y antiguas preocupaciones habían sido destruídas por hombres aun más atrevidos que aquellos.

Ganas tuvo de llegarse de súbito a la muchacha y de soltarle el pavo, esto es, de decirle sin ceremonia sus atrevidos pensamientos: pero Mutileder iba al lado de ella, mirando receloso a todas partes, con la barba sobre el hombro, en actitud desconfiada y hostil, y blandiendo un enorme y fiero garrote. La prudencia refrenó los ímpetus del marino fenicio.

Palabra del Dia

rigoleto

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