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Actualizado: 7 de junio de 2025
Cuando se presentó en el salón ataviado con el uniforme de maestrante de Granada, su faz lívida, el círculo azulado que rodeaba sus ojos, la fatiga que se leía en todos sus rasgos no pudo menos de sorprender a los circunstantes que empezaron a hablarse al oído. «Es el uniforme decían algunos lo que le da ese aspecto de muerto desenterrado.» «¡Qué uniforme!
14 Sacrificios de paz había prometido, hoy he pagado mis votos; 15 por tanto he salido a encontrarte, buscando tu rostro, y te he hallado. 16 Con paramentos he ataviado mi cama, recamados con cordoncillo de Egipto. 17 He sahumado mi cámara con mirra, áloes, y canela. 18 Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos en amores.
Brillantemente ataviado, un galante caballero, viajó largo tiempo al sol y a la sombra, cantando su canción, a la busca del Eldorado. Pero llegó a viejo, el animoso caballero, y sobre su corazón cayó la noche porque en ninguna parte encontró la tierra del Eldorado. Y al fin, cuando le faltaron las fuerzas, pudo hallar una sombra peregrina.
Tampoco se hartaba de mirar al mar, encontrándolo siempre distinto: unas veces ataviado con traje azul claro, otras, al amanecer, semejante a estaño en fusión; por la tarde, al ocaso, parecido a oro líquido, y de noche, envuelto en túnica verde oscura listada de plata. ¡Y cuando entraban y salían las embarcaciones!
Todos, despues de hecha en sus personas la purificacion que prescriben la Ley y la Sunnah, se acercan en respetuoso silencio á la regia cámara, y entre el numeroso tropel que rodea el lecho mortuorio distinguimos primeramente á un hombre de rostro lampiño y macilento, abultado de cuerpo y lujosamente ataviado: es el eunuco Mansur, primero entre los de su especie que alcanzó en la España árabe el honor de ser encumbrado al cargo de hagib, y en quien el mérito personal justifica lo que á los ojos de los varoniles Yemenitas solo la tradicion asiática puede hacer tolerable.
Espera algún tiempo, no mucho, y no necesitarás asustarte ante la idea de que se vea de quién es hija. ¡Pero qué singularmente bella parece con esas flores silvestres con que se ha adornado el cabello! Se diría que una de las hadas que hemos dejado en nuestra querida Inglaterra la ha ataviado para que nos salga al encuentro.
Cinco melifluos sobre cinco potros Llegaron, y envistieron por un lado, Y llevaronse cinco de nosotros. Cada qual como moro ataviado, Con mas letras y cifras, que una carta De Principe enemigo y recatado. De romances moriscos una sarta, Qual si fuera de balas enramadas, Llega con furia y con malicia harta.
Así ataviado y con su faja de seda encarnada á la cintura y camisa fina con botones de plata, más parecía un chalán segoviano que un rústico de las montañas de Asturias. Y en verdad que no desmerecía su gallarda figura con el nuevo atavío; antes bien resaltaba. Iba tan suelto y airoso como si toda la vida lo llevase puesto.
El gran Antonio Moro retrató magistralmente a uno llamado Perejón, que tenían los Condes de Benavente, y en el Museo del Prado le vemos de cuerpo entero y tamaño natural, ataviado con lujo y unos naipes franceses en la mano .
Iba ataviado con mucha elegancia, la corbata anudada con abandono y el traje, de tela ligera, tan holgado como era su gusto usar la ropa, sobre todo en verano. Tenía un modo de andar tan desenvuelto, una manera tan libre de moverse, vestido de ropa flotante que en ciertos momentos, de todo en todo asemejaba un joven extranjero, inglés o americano.
Palabra del Dia
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