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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Si no duermo, vale más que encienda luz y me levante, y abra el balcón y me asome a él... Pero no, tendré frío, me constiparé, cogeré una inflamación, una erisipela. ¡Ay, qué horror! Me pondré tan fea..., y es lástima, ¡porque soy tan guapa, me estoy poniendo... divina!
En Valencia le perdí definitivamente de vista; y sinembargo, ahora que escribo estas líneas, en Paris, temo que de repente asome la cabeza por la ventana de mi gabinete para decirme, por un exceso de cordialidad y confianza: «Good morning, sir.» Yo habría podido viajar durante veinte años junto con mi Inglés, y es seguro que, en tanto que no le hubiese sido presentado, jamas hubiera entrado en conversacion conmigo, no obstante que, como pude observarlo, nos teníamos recíproca simpatía.
Tendréis una espléndida iglesia y un púlpito, señor cura, pero un verdadero y espacioso púlpito. Arrancaron los caballos, y me asomé a la ventanilla para poder ver por más tiempo a mi viejo cura, que me hacía señales de cariñosa despedida, sin pensar en ponerse el sombrero, pues una feliz y dichosa esperanza había nacido en su corazón. Esta visita al cura sólo me hizo un bien pasajero.
Estiré el cuello, asomé la cabeza como un miserable espía y... nadie. A la reja no había nadie. Un goce intensísimo bañó todo mi ser como un bálsamo celestial. A este goce sucedió ansia indefinible de cerciorarme de que los ojos no me engañaban, que a la reja no había nadie, absolutamente nadie.
De todo ello me alegraba yo en los primeros días de conocerle: nada más natural, ¡qué carape!... como lo es hoy, porque sigo estimándole en todo lo que merece por las trazas, que son superiores, como he dicho; sólo que en algunas ocasiones, desde que sé que está para llegar, lo mismo es acordarme del retrato o ponerme a contemplarle, que ya me tiene usted con cierto disgustillo de ver guapo al galancete, y de saber que es rico y bondadoso... vamos, que me nace en el corazón algo, como deseo vago de que el primo no asome por acá en todos los días de su vida, y de que, si asoma, resulte picado de viruelas, y tonto por añadidura y pobre por remate. ¿Ha visto usted barbaridad semejante?
Al grito de furor de los piratas respondieron las carcajadas de los arqueros. ¡Bien, muchachos! gritó Simón. Pero ocultaos de nuevo tras la borda, porque veo que han resuelto aprovechar la lección y tienden red de malla para protegerse contra nuestras flechas. Que nadie asome. No tardaremos en oir silbar las piedras de esos jayanes.
Además, podía llegar el marido y le sería difícil explicar su presencia allí, cuando momentos antes había hablado con él en su propia vivienda. Es poca cosa lo que quiero decir á tu patrona... Será mejor que se asome á la ventana de su dormitorio. Cerró la mestiza la puerta, y Robledo avanzó por la galería exterior, pasando ante diversas ventanas.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo; me sentí culpable y avergonzado, como debió sentirse el viejo marinero del poema cuando dió muerte al albatros con su ballesta. Por fin me asomé. Ni el pájaro yacía en la casi desierta calle ni advertí trazas de sangre en el barandal de la ventana. A poco tuve todo aquello por una alucinación y quedé desconcertado. ¿Sería un preludio de locura?
Mientras que mi mujer se disponía para salir, abrí las maderas de uno de los balcones de nuestra habitacion, y me asomé, como si quisiera distraerme de la amarga memoria de la recogida del CRISTIANISMO Y EL PROGRESO, porque ha de saber el lector que el valor de la obra no bajaba un maravedí de seis mil duros. ¡Cuántas vigilias, cuántos trabajos y cuántos dolores de cabeza, no van envueltos en esa suma, una suma casi fabulosa para un escritor español!
Me asomé con ellos a las ventanas que dan a Buenavista, y no vi nada... «¿Pero a cuándo esperan? ¿En qué están pensando?...». Francamente, yo creí que el golpe se había chafado y que Pavía no se atrevía a echar las tropas a la calle.
Palabra del Dia
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