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Actualizado: 9 de junio de 2025


Nada nuevo había en lo que allí me decía y, sin embargo, me sentí tan violentamente conmovida por esa sencilla y enternecedora prueba de su cariño, que no tuve en el primer momento más que un pensamiento: ir a arrojarme al pie de su cama, y confesarle cuán indigna era aquella a quien ofrecía el asilo de su corazón y de su techo. Ciertamente, ya no me cabía ninguna duda.

Siéntate un ratito dijo Moreno, haciéndolo en el sofá y dando una palmada en el asiento . Más santidad que en oír siete misas, hay en practicar las obras de misericordia, acompañando a los enfermos y dando un ratito de conversación a quien se ha pasado toda la noche en vela. Dime una cosa. ¿Cómo llevas las obras de tu asilo? ¿Pues no lo sabes? Bien.

El templo queda siempre venerable, porque representa la libertad de la conciencia humana en su culto de adoracion al Ser Supremo, El castillo feudal, fundado para sostener la dominacion despótica sobre los pueblos, es hoy el asilo de otro poder, de un Consejo que ejerce la autoridad basada en la ley, inspirada por el derecho común, limitada por el deber y la opinion.

Dispuso desde luego cuanto estimó conveniente, para celebrar sério acto, de hacer respetar el nombre de nuestro augusto legítimo Soberano, y despues despachó muchos destacamentos por distintas direcciones, con las órdenes mas eficaces, para que por todos términos procurasen la captura de los fugitivos: con la prevencion de que la primera diligencia habia de dirigirse á cerrar el paso á los Andes por la provincia de Carabaya, á fin de que el rebelde y su familia no tuviesen el seguro asilo que se presumia buscasen en aquellas impenetrables asperezas, ó se confundiese entre los indios bárbaros.

Hasta tuvo la desvergüenza de decir que el asilo de ancianas de los Cuatro Caminos era obra suya. Los circunstantes se miraban unos a otros con estupor y se murmuraban al oído juicios poco lisonjeros sobre el estado intelectual del orador. Cuando apuró la lista de sus méritos y se proclamó urbi et orbi el primer hombre de la nación, principió a desatarse contra sus enemigos.

La desventurada no sabía ya qué partido tomar; se horrorizaba al pensar que entre los miles de habitantes de este enjambre no había uno que le dijera el nombre de la calle donde estaba el único asilo que podía acojer á la huérfana abandonada, sola, injuriada, medio muerta de miedo y dolor.

Sólo le había hablado una o dos veces en las funciones del asilo, así como por entrometimiento y oficiosidad, y cuando en dichas fiestas veíala rodeada de damas de la grandeza y de señoronas ricas, que tenían el coche a la puerta, doña Lupe habría dado el único pecho que poseía por meter las narices entre aquella gente, codearse con ellas y mangonear en los petitorios.

Aquí, en este santo y bello asilo, creado por el arte y la fe, he de pasar lo que me resta de vida. Segurísima estoy ahora de no variar de inclinaciones ni de pensamiento. Aquí, siempre aquí.

Isidro se sentó sobre la fúnebre caja, temiendo una nueva profanación, y se replegó aturdido y temeroso por el estrépito de los tiros. Un hombre de blusa vino también a sentarse en el féretro, como si éste fuese un lugar de asilo. Oyó Maltrana un lamento y vio la blusa blanca, manchada de sangre, balancearse y caer al suelo.

En las revueltas de aquella hondonada se distinguían chozas míseras, y a lo lejos, oprimida entre las moles del Asilo de Santa Cristina y el taller de Sierra Mecánica, la barriada de las Injurias, donde hormiguean familias indigentes. Sentáronse los dos. Almudena, dando resoplidos, se limpió el copioso sudor de su frente.

Palabra del Dia

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