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Actualizado: 1 de junio de 2025
Isabel Cordero, que se anticipaba a su época, presintió la traída de aguas del Lozoya, en aquellos veranos ardorosos en que el Ayuntamiento refrescaba y alimentaba las fuentes del Berro y de la Teja con cubas de agua sacada de los pozos; en aquellos tiempos en que los portales eran sentinas y en que los vecinos iban de un cuarto a otro con el pucherito en la mano, pidiendo por favor un poco de agua para afeitarse.
Al estar junto á él, no supo qué decir ni cómo empezar y apelando al recurso de la acción, abarcó en sus brazos de blancas carnosidades, los hombros del temido ogro. ¡Pepe... Pepe! murmuró con voz tenue, como un gemido dulce. Y su boca se abrió paso entre las barbas patriarcales, con besos ardorosos.
Todos nos quedamos extasiados en su contemplación. Lo que primero atraía la vista era la ciudad. La hermosa sultana del Mediodía reposaba del lado de allá del río con blancura deslumbradora, que le da carácter africano. Eran las cuatro de la tarde. El sol la bañaba con sus rayos oblicuos, pero vivos aún y ardorosos.
Y le asediaba con ruegos ardorosos, con palabras acariciadoras, para que fuese en seguida a avistarse con su hermana. Montenegro cedió, vencido por la ansiedad del mocetón. Iría aquella misma tarde a Marchamalo; mentiría al jefe del escritorio diciéndole que su padre estaba enfermo. Don Ramón era bueno y haría la vista gorda.
Mil ecos fragorosos Producen los aceros, Los potros ardorosos Relinchan altaneros, Y en masas apiñadas De sombras laureadas Se forma una legion. Descance con mi plectro Mi cítara de acero, Desfile cada espectro Con ademan severo, Al son de los clarines Que llenan los confines Con son atronador!
Tambien se adapta muy bien á los forúnculos y gánglios muy inflamados, en los sabañones con hinchazon muy caliente y dolorosa, y en las úlceras antiguas cuyos bordes están ardorosos, tumefactos, tirantes y rodeados de un círculo rubicundo y lustroso.
Esos oficiales tan inteligentes, tan correctos, tan irreprochables, y esos soldados tan alegres, tan ordenados, tan pulcros, que estábamos acostumbrados á ver en los restaurants, en los cafés, en los teatros y en los paseos de nuestra bella ciudad capitalina, marchan hoy, resueltos, animosos, decididos, indomables, por las abruptas montañas del Oriente, recorriendo distancias enormes, atravesando valles y cañadas, salvando espantosos precipicios; y siempre firmes, siempre ardorosos, siempre entusiastas, insensibles á la fatiga, inconmovibles ante el peligro, solo tienen una ambición: vencer, y un solo pensamiento: mostrarse dignos de la confianza en ellos depositada.
Pasada media noche, estaban todos ebrios. Las mujeres, perdido el pudor, asediaban con su admiración al espada. Este se dejaba manejar impasible por las manos que se lo disputaban, mientras las bocas le sorprendían con ardorosos contactos en las mejillas y el cuello. Estaba borracho, pero su borrachera era triste. ¡Ay, la otra!... ¡la rubia verdadera!
Los reconoció al fin; eran marineros de los Estados Unidos, un batallón de fusileros de la flota que iba á Italia para que la bandera de las rayas y las estrellas representase á la gran República en las cumbres de hielo de los Alpes y en los pantanos ardorosos del Véneto.
Conveniente es observar que el calor interno se estiende rápidamente á la superficie siguiendo los gruesos troncos arteriales y las partes mas vasculares. El pecho y cabeza no tardan en ponerse ardorosos y aun verse amenazados de congestiones peligrosas.
Palabra del Dia
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