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Actualizado: 26 de junio de 2025
Ahora lo oportuno es hacer fuego, antes de que huyan. Apuntando con gran cuidado hicieron fuego simultáneamente. Dos aves, heridas de muerte, cayeron al suelo, mientras las otras, espantadas por la detonación, huían como un grupo de flores.
Los soldaditos, pálidos, con la boca apretada, descansando sobre sus fusiles entre las pedradas y los tiros de revólver, daban frente á la gran masa que protestaba contra la romería. Llegaban para guardar el orden, pero sus ojos iban instintivamente hacia la muchedumbre devota, como si deseasen girar sobre sus talones y hacer fuego apuntando á la iglesia.
Y luego añadió apuntando al perfil más elevado de la sierra, hacia nuestra derecha y refiriéndose al oso: Bajandu de ayí y como dende la metá del caminu hasta onde nos jayamus nusotrus, lu vi ayer.
Lo que pasa entre los peces pasa entre los hombres; sólo que nosotros no abrimos la boca y nos tragamos la víctima de golpe, lo cual, después de todo, es una ventaja para ella, sino que la vamos devorando a pequeños mordiscos, arrancándole la carne hasta dejarla en esqueleto... ¿No me ve usted a mí? añadió con sonrisa feroz apuntando a su rostro. El pez que me ha comido lo entendía.
Vestido siempre con elegancia, viviendo en hoteles caros y sin ninguna renta conocida, el coronel sospechaba una serie de empréstitos amistosos hechos al príncipe. Pero éste había permanecido ausente de Monte-Carlo casi desde el principio de la guerra, y don Marcos encontraba á Castro todos los inviernos instalado en el Hotel de París, apuntando en el Casino, tratándose con gentes ricas.
Despreciaba de antemano á la suerte, vencida por él. «¡Ah, perra!» Iba á vérselas con un hombre. De un tirón arrancó la silla en que había puesto otro su mano, y se sentó á una mesa de ruleta, entre dos viejas, sucias y mal vestidas, con aspecto de brujas. Los empleados cruzaron su asombro en forma de discretas ojeadas. ¡El príncipe apuntando, y á aquella hora!... Hagan sus juegos...
Hablé con él un buen rato todavía, porque me entretenía mucho su conversación pintoresca, y acabé por preguntarle por la casa del médico. Vela ahí me respondió dando media vuelta hacia la derecha, y apuntando con la mano hacia un edificio algo más aseñorado que los del tipo corriente en el pueblo . De dos zancajás está en ella. ¿Y la de don Pedro Nolasco? preguntéle después.
La sorpresa estuvo a punto de paralizar a don Pedro: fue un segundo, menos que un segundo tal vez, un espacio de tiempo inapreciable, lo que tardó en reponerse, y en echarse a la cara su arma, apuntando a su vez al enemigo emboscado. Si el tiro de éste salía, la bala se cruzaría casi con otra bala justiciera.
Apuntando con su paraguas a una esquina de la acera de enfrente, añadió el buen hombre lo que sigue: ¿Ve usted aquella casa donde dice en letras muy gordas Licores? Pues allí encontrará usted al borracho. Y se marchó riendo y a prisa para reunirse a la cuadrilla que había seguido andando mientras él se detenía.
Apuntando el madrileño á la miruella, tenía á cuatro pasos, á la espalda, un huerto contiguo á una pequeña casa, y cerrado en todo su perímetro por una pared seca, es decir, una pared transparente, de piedras sobrepuestas medio á la casualidad, paredes que suelen durar eternidades, porque la consistencia que les falta de nuevas se la da bien pronto la hiedra que junto á ellas nace, y penetra, entretejiéndose, por todos los intersticios.
Palabra del Dia
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