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Actualizado: 8 de julio de 2025
Por el camino que conducía derechamente á la antigua ciudad de Vinchester y á no muy grande distancia de ella iban dos jinetes, joven, apuesto y ricamente ataviado el uno, con las espuelas de oro del caballero, al paso que el otro, hercúleo mocetón, tenía más trazas de gañán que de soldado, á no revelar su profesión la formidable espada que al cinto llevaba.
Lo que es á mí no me haces creer que el señor Claudio Latour, valiente capitán si los hay, me ha hecho cruzar el canal sin más embajada que una salmodia. Pasa el rollo al mocito y apuesto un escudo á que nos lo lee de golpe. Pues por lo pronto, esto no es inglés, dijo Roger apenas leyó algunas palabras.
Ella, desasosegada, sonrió, mirándole como quien da a entender que acaso no esperaba oír tanto, y le atajó la frase. ¡Jesús, Dios mío! ¡Cuánto pide Vd! ¡Antes tan humilde, y ahora tan exigente! ¿Exigente? Sí; apuesto a que iba Vd. a decir contraer compromiso.
Después, sangrándole la mejilla, pero apuesto y gallardo siempre, moviéndose en la silla con la facilidad y maestría de costumbre, me saludó; se inclinó también hacia la joven campesina, que se había acercado fascinada; y con un ademán se despidió a su vez de Tarlein, que habiéndose puesto a tiro levantó el revólver y disparó.
Dos de estas zagalas son rivales: el apuesto Quino las festeja alternativamente; pero saben disimular sus celos con arte femenino. Eladia sonríe de vez en cuando á Telva.
Así lo hicieron, temiendo verse descubiertos y aniquilados de un momento á otro, cosa que pareció inevitable cuando á eso de mediodía vieron subir por el sendero del valle á un apuesto caballero, ligeramente armado, que montaba un caballo blanco y llevaba posado sobre el puño izquierdo un halcón.
Mano al bolsillo, apuesto doncel, repuso el otro. Aceptamos toda clase de moneda y en cualquiera cantidad que sea, desde una talega de ducados ó un puñado de doblas, hasta un solo cornado, si no podéis hacer mayor ofrenda.
No apuesto nada: para esa hazaña y otras menores sé yo que eres capaz. Pintóse un furor rabioso en el rostro de Velázquez al escuchar estas palabras insolentes; alzó el bastón que llevaba en la mano y cruzó con él las espaldas de su querida, que estaba ya medio vuelta para irse. Y hubiera seguido golpeándola si los concurrentes no se hubieran apresurado á interponerse.
Apuesto los bigotes del gran turco, dijo contrayendo las cejas, á que yo he visto antes al buen mozo ese, aunque no recuerdo dónde. ¿Fué en Nogent, fué en Auray? Lo que os digo, muchachos, es que estáis mirando á una de las primeras lanzas de Francia, y cuenta que mejores no las hay en el mundo y que yo sé lo que me digo.
Hombre, ¿qué ha de ser usted? Si el autor no lo conoce siquiera... No importa; apuesto mi cabeza a que soy yo; y os pone un cartel de desafío, y no hay sino dejaros matar, porque él es un necio. ¿Quién es aquella sultana del Oriente? le dicen a usted.
Palabra del Dia
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