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No es menos cierto, Alteza, dijo Clisón, que la revancha la hemos obtenido ya, pues sin el concurso de las espadas gasconas no hubierais hecho prisionero á Duguesclín en Auray, ni quizás roto las huestes del rey Juan en Poitiers.... Muy alto pretende picar el gallo gascón, y apenas levanta del suelo un palmo, interrumpió un caballero inglés.

Y por indicios que me son harto conocidos, comprendo que mi buena compañera se halla al presente en uno de esos momentos lúcidos. La última vez que la en el mismo estado, la víspera de la batalla de Auray, me predijo que el siguiente día sería fatal para y para Carlos de Blois. Veinte y cuatro horas después había muerto éste y veíame yo prisionero del señor de Chandos....

Era la capilla de Santa Ana. Además de la célebre peregrinación de Santa Ana de Auray, hay así numerosos santuarios sembrados a todos los vientos en aquella tierra de fe cándida, reputaciones de campanario muy reducidas hoy gracias a los billetes de ida y vuelta que permiten a cualquier peregrino ir a contemplar al mismo tiempo el Sagrado Corazón y la torre Eiffel, como lo hace constar melancólicamente el delicioso autor de «Colás, Colasse et Colette».

Todos los días hace un milagro... Hay una escala santa que los devotos suben de rodillas, y muchos de esos chicos la han subido. Yo quisiera... En otro de los viajes á Brest, esperaba que Ferragut le permitiese ir á Auray el tiempo necesario para subir la escalera de rodillas, ver á Santa Ana y volver á bordo. Ya no estaba el buque en el puerto comercial.

Apuesto los bigotes del gran turco, dijo contrayendo las cejas, á que yo he visto antes al buen mozo ese, aunque no recuerdo dónde. ¿Fué en Nogent, fué en Auray? Lo que os digo, muchachos, es que estáis mirando á una de las primeras lanzas de Francia, y cuenta que mejores no las hay en el mundo y que yo lo que me digo.

Todos ellos, musculosos y bien plantados, con ojos azules y bigotes rubios, llevaban medallas ocultas. Uno le había regalado la suya, comprada en una peregrinación á Santa Ana de Auray. Caragòl la mostró sobre su pecho velludo. Sentía una fe reciente en los prodigios de esta imagen «extranjera». Van á miles los peregrinos á su santuario, capitán.

Junto á vos he tendido muchas veces mi arco en Romorantín, La Roche, Maupertuis, Auray, Nogent y otros lugares. Y yo me felicito de verte, y darte la bienvenida al castillo de Morel. Mi mayordomo os proporcionará en él buen lecho y buena mesa á y á tus compañeros. Espera, arquero; , me parece recordar tu rostro, aunque ya no puedo fiarme de mi vista como antes.

Pero entonces como después seguía siendo el canciller De Chandos honra y prez de la nobleza del reino, una de sus mejores lanzas y el más respetado de sus caballeros, el héroe de Crécy, Chelsea, Poitiers, Auray y de tántos otros combates como años contaba su larga y gloriosa vida. ¡Ah, por fin os encuentro, corazón de oro! exclamó Chandos abrazando estrechamente al barón de Morel.

«Suena la campana... Echo la última mirada a la capilla de Santa Ana, donde tiembla un débil resplandor, estrella de esperanza. Si escucha mis ruegos, esta noche iluminaré su santuario hasta dar envidia a su hermana de AurayRaúl leyó fríamente estas ardientes palabras. ¡Buena tontería iba a hacer! masculló entre dientes.