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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Quise interrogarlo, pero me hizo una señal con la mano y se aproximó rápidamente á una ventana como para mirar hacia afuera. Entré, mi madre estaba medio acostada en su butaca, fuera de la cual pendía uno de sus brazos como inerte.
Pero usted sabe bien que mi madre y yo no podemos salir dijo María Teresa, que, para permanecer fiel a su programa, no se formalizó por la falta de memoria de Huberto, respecto a la enfermedad de su padre. Y se aproximó a él, cariñosa y afable, tratando de provocar el incidente sobre el cual contaba para dar más expansión y afectuosidad a sus conversaciones.
¡Que está con Antoñita en el jardín! exclamó Magdalena incorporándose para mirar en aquella dirección. Es cierto... ¡Papá, llama a Antoñita en seguida, por favor! Quiero vestirme y necesito su ayuda. Avrigny se aproximó a la ventana y llamó a su sobrina.
Sí contestó Príncipe, su madrastra ha tenido la singular desgracia de sobrevivir a sus afectos más caros. No pareció comprenderlo Carolina, pero Príncipe, sin dar explicaciones, se sonrió con dulzura. Dos lágrimas temblaron al poco rato en los párpados de Carolina. El señor Príncipe aproximó su silla hacia ella dulcemente.
¡Mira que aquí hay una sombrita! insistió Melchor encogiéndose tras del cochero. No, voy bien; es que hace calor, no más. ¿No quieres para atajarte del sol... un diario?... le dijo Melchor irónicamente. Y a propósito, ¿los traes? ¡Todos!.... Baldomero que oyó hablar de diarios, aproximó su caballo hasta poner una mano sobre el guardabarro lateral del break y preguntó: ¿Hablan de algo los diarios?
Luego se aproximó con aire misterioso para hacerle una nueva revelación. Había visto á un jefe forzar los cajones donde guardaba la señora la ropa blanca, y cómo formaba un paquete con las prendas más finas y gran cantidad de blondas. Ese es, señor dijo de pronto, señalando á un alemán que escribía en el jardín, recibiendo sobre la mesa un rayo oblicuo de sol que se filtraba entre las ramas.
María, en traje de Semíramis, estaba preparada para salir a escena. Rodeábanla algunas personas. El embozado, que no era otro que Pepe Vera, entró a la sazón, se aproximó a ella y sin que nadie lo oyese, le dijo al oído: No quiero que cantes y siguió adelante con impasible aire de indiferencia. María se puso pálida de sorpresa y enrojeció de indignación en seguida.
Yo soy tu madre... Las circunstancias han hecho que hasta ahora no haya podido darte el nombre de hija; pero Dios no ha querido que muera privada de ese placer... Acércate, hija mía. Demetria bajó todas las escaleras y se aproximó á la señora. ¿Me das un beso? dijo ésta tomándola de la mano y con voz donde se traslucía la emoción.
María Teresa se aproximó a la ribera; Huberto la siguió; viéndolo nadar tan armoniosamente le vino a la mente la idea de que si no había quizá en él temple para hacer un héroe, sabía presentar hermosas formas artísticamente amoldadas en una malla de seda negra.
Ten serenidad y un poco de lógica... Por esa desgracia, ocurrida al otro lado de la tierra, no vamos á privarnos de asistir á una fiesta que representa enormes gastos para el amigo que la ha organizado. Se aproximó á su esposo, diciéndole con voz insinuante, al mismo tiempo que le acariciaba el rostro con una mano: Hay que saber vivir. Nadie conoce esta desgracia.
Palabra del Dia
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